2. Mi Lady

Selene abrió los ojos como dos grandes luceros. Ella no lograba entender nada de lo que sucedía, pero lo cierto era, que sus padres se dirigían a un hombre diferente a Henry… Su Henry. 

Alguien tosió, llamando la atención de todos. Fue Henry que al escuchar esas palabras se atoró brevemente, pero logró recuperarse y, al menos, nadie sospechó lo mal que le había caído la noticia. 

Por su mente pasaron muchas cosas, entre esas, que, si no hubiese dejado de ser el heredero al trono, sería Selene la que anunciaran como su futura esposa, en vez de la de su primo y a esa conclusión llegó, porque la tradición mandaba que, cuando naciera la mujer destinada a ser reina, ese pacto se hacía entre los padres del futuro rey y los de la niña, lo que significaba que, cuando él tenía seis años, Selene había podido ser seleccionada como su futura esposa, pero todo había cambiado. 

¿Podía ser cierto eso o Selene había sido seleccionada para su primo?, esa pregunta le robó la paz por un momento, pero saber la verdad no sería nada fácil ni de ayuda, pues ahora con su primo como rey, él no podía hacer o decidir nada. 

Las miradas de todos los presentes estaban sobre el rey y la jovencita, más de uno llegó a sentir un poco de lástima por ella, pues en su rostro se notaba la confusión y el desconocimiento de la decisión que habían tomado por ella desde su cuna. 

—Selene, saluda al Rey Frederick de Astor —le dijo entre dientes su madre. 

Toda la vida había sido una hija obediente, la única cosa en la que había desafiado las órdenes de sus padres, había sido en su amistad y enamoramiento de Henry, pero en todo lo demás, podían decir que era una hija modelo. Realmente, era la mujer perfecta para ofrecerle a un joven rey, que debía desposarse prontamente, sin embargo, por alguna razón ella no podía inclinarse para saludar al hombre delante de ella.

—Selene… —Clarise se pegó a su hija y discretamente le dio un ligero golpe sobre el brazo. 

Selene la miró, queriendo negarse a saludar al hombre que habían elegido para ella, ¿cómo se supone que lo haría estando Henry presente? ¿Qué clase de persona sería si le hiciera tal cosa? 

—Selene, por favor —pidió su madre junto a su oído.

La mirada de Selene fue hacia Henry, fue breve y cuando él asintió, fue para Selene una herida en el pecho, dio un paso al frente e hizo una profunda reverencia.

—Su Alteza —dijo a manera de saludo.

El rey se acercó a ella, tomó su mano y con unas facciones inmutables, dejó un beso sobre el dorso de esta, en muestra de saludo, pero había una tensión y frialdad en sus movimientos, que no pasó desapercibida ante ella.

—Mi Lady —expresó Frederick con seriedad y frialdad.

Selene sintió que el corazón se le enfriaba, trató de buscar discretamente a Henry con la mirada, pero él había abandonado su asiento y eso no hizo más que incomodarla y preocuparla. ¿Qué estaría pensando Henry de ella? ¿La consideraría una mentirosa? ¿Pensaría que lo había engañado a propósito? Cientos de preguntas acudieron a la cabeza de Selene y ella no podía ni dar respuesta a la más sencilla, pues ella no sabía de su compromiso. ¡Sus padres nunca le dijeron nada al respecto, no hicieron ni un solo comentario que revelara su futuro!

—Acompáñeme —pidió Frederick enseñándole el lugar vacío a su lado derecho, el lugar que estaba reservado para la futura reina.  

Selene tenía la lengua dormida, no era capaz de contestarle nada, así que se limitó a asentir, pero todavía no era capaz de asumir su destino. ¿Esa era la forma en la que sus padres habían pensado celebrar sus dieciocho años? Era algo cruel y por su mente jamás había pasado esa posibilidad. 

Caminó al lado del Rey Frederick y estando de pie a su lado, se encontró con todas las miradas de los presentes, esas mismas que había sentido clavadas en su espalda todo el tiempo desde su llegada. Algunos le sonreían y otros la miraban con pesar, haciéndola sentir más miserable de lo que ya era. Sus ojos barrieron ágilmente el lugar en busca de Henry y cuando se iba a dar por vencida, lo vio en una de las esquinas laterales del gran salón y notó que tenía el broche en su mano y no dejaba de mirarlo. 

Los ojos de Selene picaron ante las ganas que tenía de llorar, pero el fuerte sonido de una trompeta la exaltó al punto de apartar la mirada de Henry y enfocarse en sus padres, que sonreían ampliamente, como si estuvieran ajenos al dolor que su decisión le estaba produciendo.

—Con ustedes, Lady Selene Russell, ¡futura reina de Astor! —anunció uno de los sirvientes reales. 

Los aplausos inundaron todo el lugar, pero lo que debería ser una celebración, solo causaba desasosiego en el corazón de la reciente pareja y en el de Henry. Nadie en todo el lugar, más que ellos, eran conscientes de sus sentimientos. 

La música empezó a sonar, rompiendo el ambiente protocolario y regalando un poco de relajación, pero los susurros y comentarios de los nobles y personajes sobresalientes, llegaban a los oídos de Selene como si fueran agujas, que poco a poco agrandaban una gran herida. 

—Debemos salir a bailar —le dijo en tono bajo el rey, su reciente prometido. Ella moría de ganas de salir corriendo, negarse a cualquier cosa que le quisieran imponer y huir con Henry, pero sabía que eso solo era un sueño, ya que desacatar al rey era ponerse una condena encima —. Mi Lady… —le insistió y ella ya no pudo hacer más, que tomar la mano y salir ceremoniosamente a la mitad del salón. 

Los movimientos de los dos eran forzados y casi estáticos, pero hicieron su mayor esfuerzo por no dejarse ver tan incómodos o al menos, eso fue lo que pensaron, hasta que poco a poco los invitados se empezaron a unir al ritmo de la orquesta real. 

Henry miraba a la pareja en la pista de baile e internamente tenía un debate, para definir qué haría con lo que estaba pasando. Sus ojos se fijaron nuevamente en el broche que llevaba en su mano y decidió ponerlo en la solapa de su saco. 

—Henry, invita a una de las muchachas a bailar —sugirió la reina madre.

Henry le sonrió de manera tensa, pero la reina no le presentó ninguna atención, ella estaba fascinada con la pareja que se movía con gracia y elegancia en la pista de baile, sin duda su difunto esposo y ella, no se habían equivocado en pactar el matrimonio de su hijo con la hija del Barón. Una chica elegante, educada y sumisa, la chica perfecta para Frederick.

Entre tanto, Henry buscó a una de las jóvenes menos agradecidas, no quería incomodar a Selene, pese a tener el corazón roto, pero no estaba dispuesto a dejarse ganar a la mujer que amaba, no sin al menos intentar algo. 

El rey Frederick estaba concentrado en el baile y los movimientos gráciles de su prometida, la tensión del principio había cedido un poco, aunque en todo el tiempo, la mirada de Selene no se había encontrado con la suya, lo que lo confundía y atraída a igual medida, pues no era normal que una mujer en el reino rehuyera del rey, pero, por otro lado, esa inocencia y timidez, resultaban ser bastante atractivas. Sin embargo, saber que Regina estaba entre la multitud era algo que lo impacientaba, pues no sabía todavía cuáles eran sus sentimientos por ella y antes de aclararlos, su madre, le había hecho saber de su compromiso y la presión que estaban ejerciendo los miembros del Gran Consejo, porque no podía seguir reinando sin una esposa al lado.

Al darle un giro a Selene, un destello llamó la atención del rey Frederick, por lo que buscó de dónde había venido y una gran piedra verde destelló al recibir un rayo de luz. Sus ojos se posaron sobre un llamativo y extraño broche, que la joven llevaba decorando su vestido, sobre su corazón. No era una pieza común, era muy exclusiva y no cualquiera podía adquirir una, lo que le hizo saber de su importancia, pero no hizo ningún comentario al respecto y siguió bailando, evitando cruzar la mirada con la de Regina, que observaba en primera fila a la aparentemente, feliz pareja. 

Henry se acercó poco a poco, para intentar escuchar cualquier cosa que su primo le dijera a Selene o viceversa, era poca la atención que le prestaba a su pareja, mientras que la chica se sentía como la más afortunada, pues había sido elegida para bailar con el príncipe del castillo.

El rey al girar un poco y ver a su primo bailando más cerca de lo que quisiera, no pudo evitar recorrerlo con la mirada y cuando sus ojos se posaron sobre su pecho, el cuerpo de Frederick se tensó al reconocerlo, el broche, el mismo que Selene traía sobre su pecho…

Cortó el agarre de las manos de Selene y se retiró como si tenerla cerca lo estuviera quemando. Ella quedó confundida y observada en la pista, mientras veía al rey alejarse de la forma más rápida posible e ir junto a la Reina madre, quien frunció el ceño al escuchar lo que su hijo le decía. 

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