Mundo ficciónIniciar sesiónLa casa dormía en un silencio distinto aquella noche. Desde el cuarto de Aurora llegaba la respiración menudita de quien luchó con el sueño antes de rendirse. La lámpara, encendida con una luz tibia, extendía un halo de seguridad sobre los libros apilados, los lápices de colores abiertos y la “caja de coraje” cuidadosamente cerrada sobre la cómoda.
La niña se había quedado dormida abrazada a las muñecas Lila y Cacau. Había rezado en voz bajita con la abuela Antonella y, cuando las luces se apagaron del todo, susurró al techo: “Mamá Letícia, quédate cerquita”. Los párpados pesaban, la manito se aflojó y el mundo se volvió blando, blando, hasta disolverse en una claridad que no era de la lámpara ni de la luna.







