Capítulo 6

Darcy Hogan

Tres días habían pasado desde que llegué a la casa del alfa. Después de aquella noche había preferido no cruzármelo, así que siempre desaparecía de la habitación cuando él estaba cerca.

Sacaba a Nolan todas las mañanas aun sin su consentimiento y luego volvíamos a casa a seguir las rutinas. Eso me dio paz, porque hacía mucho tiempo que no pasaba días tan tranquilos, aun teniendo que ocultar mi olor en cada momento, aun cuando me encontraba durmiendo.

Esa mañana en particular, la casa se sentía más sola de lo normal. Se suponía que cuatro guardias custodiaban la casa y siempre elegía a uno diferente para sacar a Nolan y luego borraba el recuerdo como si nunca estuvo ahí.

Cuando salí no había nadie en los alrededores, ni siquiera el guardia.

Haciendo un cameo con mis sentidos alrededor de la casa, escuché un latido muy fuerte en las lejanía de la casa, rumbo al lago mientras escuchaba tres más latiendo en un ritmo lento, pausado, casi mecánico.

—Corre desde aquí hasta la cabaña de la anciana tejedora, luego regresa, si te tardas más de diez minutos iré por ti.

Sabía que él se tardaba siete, pero era justo lo que necesitaba para alejarlo a él de la casa y correr hacia el lugar donde escuchaba los latidos ocultando mi presencia. Algo se estaba gestando. Porque por alguna razón los guardias estaban en trance y el alfa parecía muy dormido en su habitación. Sin percatarse de que un soldado había abandonado su puesto y yo no había tenido nada que ver en eso.

Con cuidado de no hacer ruido me acerqué al dueño de los latidos y me sorprendí al escuchar voces severas.

—No creo que sea tiempo.

—Lo es, necesito al niño de vuelta, él no va a esperar para atacar, necesito recuperarlo antes de que se agote su paciencia.

—Mi señora, hay muchas variables que debemos manejar.

—Ya te di la orden, hace semanas que lo has estado debilitando, no se darán cuenta de que nos lo llevamos hasta que todo esté hecho, solo tienes que darle una dosis más alta hoy.

—Bien, entonces se hará cuando usted diga.

Antes de que terminaran su conversación comencé a correr de regreso a la casa, cuando llegué, Nolan estaba frente a la puerta y entró conmigo cuando lo arrastré del brazo y lo subí por las escaleras.

—Ve a ducharte —le ordené sin detenerme en darle respuestas y luego corrí a la habitación de alfa.

Mi piel estaba erizada, pero no me permití pensarlo mucho cuando entré en la habitación y no me molesté en ocultar mi olor. Él ni siquiera se removió. Estaba totalmente sedado.

 Supuse que había sido mediante la comida. Le había dejado de alimentar con ella, pero de igual forma él desayunaba y merendaba fuera y suponía que recibía más comidas por toda la energía que gastaba en cada transformación.

Alguien en el restaurante lo estaba envenenando o drogando, quién sabía.

Pero, aunque yo le dijera tal cosa dudaba de que me creyera. De todas formas tenía que intentarlo, porque si la conversación que había escuchado era lo que yo creía, la seguridad de Nolan podría verse en riesgo.

Suspirando profundamente me acerqué un poco más a él, bañándolo con mi esencia, con mi olor, mi aroma. Y mientras me deleité con el de él, dejé que me envolviera y con cuidado llevé mi mano hacia sus sedosos cabellos y los recorrí suavemente deleitándome con su suavidad.

Mi corazón martilló muy fuerte y atrevidamente me incliné hacia él y le di un casto beso sobre sus labios antes de alejarme.

Mi cuerpo se electrificó con una corriente que nunca sentí y sin atreverme a experimentar esa emoción de nuevo, corrí fuera de la habitación ocultando mi olor antes de salir para que no tuviera forma de saber de dónde había venido, porque el único rastro que encontraría sería mi aroma esparcido por la habitación. El aroma de su mate.

Él no se dio cuenta de lo que pasó, simplemente pasó junto a mi a la hora de la mañana, solo que ese día en particular parecía más oscuro y peligroso.

Hunter Donovan

Había soñado con alguien, alguien que me acariciaba en sueños, cuya presencia me confortaba y su olor me llevaba a lugares de paz.

Cuando desperté ese mismo aroma envolvía toda la habitación y cuando lo seguí hasta la puerta y salí al pasillo, había desaparecido totalmente.

Ese olor había causado que algo en mí despertara, algo que creía muerto y olvidado después de la traición de la madre de mi hijo. Pero ese olor me había despertado, me había envuelto como si fuera mi lugar de paz y luego solo desapareció.

Un poco incordiado con aquello y sintiendo más pesado de lo normal, me alisté para el día y tras despedirme de Nolan salí de la casa pasando junto a la sirvienta que no olía a nada.

Detestaba a los de su especie, aun teníamos la ciudad prohibida vuelta ruinas, esa ciudad en donde sus antepasados masacraron a muchos de los nuestros. Solo eran una extirpe baja que quería poder. Una poca cosa que nadie sabía en dónde meter.

Me tomé mi tiempo para llegar hasta el restaurante y pedir un desayuno rápido a la chica que siempre me atendía. Desayuné rápido y fui hasta mi oficina, en el centro de la manada en dónde me encargaba de ver qué todo funcionará en orden. Un trabajo arduo, pero uno que había hecho por mucho tiempo, todo para mantener a salvó a estar personas que confiaban en mi para guiarlas. 

Byron Renalti era mi beta y segundo al mando. Nos conocíamos desde que éramos niños y él había estado de acuerdo en ocupar su lugar a mi lado para dirigir la manada. Ambos habíamos visto el daño que causaba dejar que intrusos se apoderarán de nuestras tierras. 

Ese día en particular no tenía su característica sonrisa y esperaba delante de mi escritorio, de pie y con las manos al frente. 

—¿Sucede algo? —cuestioné deteniéndome delante suyo. 

—Si, es un percance que necesito que te pienses bien porque si reaccionas de forma mal vas a verte como un alfa muy muy cruel. 

—Ve al grano —le exigí al ver todas las vueltas que le estaba dando al asunto. 

—La tejedora vio a tu hijo está mañana corriendo por sus alrededores, solo. 

Mi sangre comenzó a hervir a fuego lento. Mis manos se cerraron en puños y una pequeña castaña apareció en mi mente recordándome quien llegaba a ser tan irrespetuosa y desobediente que se atrevería a romper las reglas que había construido cuidadosamente alrededor de Nolan.

¿Qué se creía ese insulto a nuestra raza para poner en peligro a mi hijo?

—No la mates —pidió mi beta. 

Y aunque sabía que no podía matarla, al menos le daría una lección, la Omega tendría que cumplir con su penitencia por poner en riesgo la vida de mi hijo y desobedecer mis órdenes. 

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