ADRIÁN
La reunión avanza y estamos cerrando la última parte del contrato. Una inversión a gran escala para la industria tecnológica. Con esto, mi empresa no solo se expandirá, se consolidará como la número uno a nivel mundial.
Matthew está sentado frente a mí. Es el representante de la empresa con la que haremos negocios, no el dueño, aunque actúa como si lo fuera. Cree que manda, que lidera, que tiene algún tipo de poder sobre mí. Su sola presencia me enferma. Si no fuera por negocios, no estaría ni a diez metros de esa rata.
Se pone de pie.
—Con permiso, necesito ir al baño.
Llamo a una de mis empleadas para que lo guíe. No quiero que ande de alcahuete por la casa.
Los dos ejecutivos mayores que permanecen conmigo asienten con tranquilidad. Son hombres con los que he trabajado antes, gente que conoce el rubro desde hace décadas. Su experiencia es sabiduría pura y, en lugar de competir conmigo, decidieron invertir. Eso, para mí, lo dice todo.
Miro el reloj. Los minutos pasan y Matthe