BIANCA
Cuando Matthew desaparece, Adrián se gira hacia mí.
Su enojo no ha disminuido.
Me abraza con la mirada, como si necesitara comprobar que estoy bien, pero su ceño sigue fruncido, cargado de algo que no alcanzo a descifrar.
Por dentro siento un pequeño desazón, porque cada vez que alguien nombra a su ex… algo en él cambia. Su mirada, sus gestos, la forma en que me habla. Es como si lo que ella hizo lo hubiera marcado demasiado hondo.
—Bianca… —dice por fin, con una voz controlada— no vuelvas a salir vestida así, cuando haya hombres aquí.
Lo miro, confundida.
¿Así vestida?
—¿Así… cómo?
Él alza la mano y señala mi crop top, luego mis leggings.
—Con… eso. Y ese pantalón ajustado. No tienes idea de lo que provocas. No es seguro.
Me cruzo de brazos, ofendida.
—Es ropa deportiva, Adrián. Estoy en el jardín de la casa haciendo ejercicios, no estoy haciendo nada malo.
La mandíbula se le tensa con un tic que ya reconozco.
—Matthew no te estaba mirando para nada inocente —gruñe.
—Ese no es