—¿Luna? ¿Qué hace a esta hora aquí? —me preguntó Verona entrando en la cocina.
Yo me había levantado tan temprano que ni siquiera había salido el sol pero necesitaba hacer algo o me volvería loca pensando una y otra vez en mis padres.
—Buenos días Verona.
Estoy horneando pie de limón.
Tenía antojo —le sonreí y ella me sonrió de vuelta.
No estaba mintiendo sobre esto.
Realmente quería comer pie de limón.
—Si me hubieras dicho...
—No quería molestarte, además a mí me gusta mucho hornear.
—Nunca me molestas Luna, todo lo contrario.
Además a una embarazada hay que darle todo lo que pida.
El Alfa anoche...
—No quiero hablar sobre Aidan, por favor Verona.
La mujer me miró avergonzada y asintió con la cabeza para comenzar a hacer el desayuno de todos y yo fui ayudándola.
—Debería descansar Luna.
—Estoy bien.
No tengo problema con ayudarte.
Había estado ignorando la ventana todo el tiempo para no ver por error a Aidan ni siquiera.
No tenía la fuerza para admitir que quizás él tuviera la razón