Andrés le lanzó una mirada fulminante a Julia y se dispuso a marcharse.
— ¡Andrés! —gritó Julia con voz suplicante—. Te lo ruego, déjame ir. De verdad no quiero estar contigo.
Las pupilas de Andrés se contrajeron bruscamente. Giró la cabeza y la miró con expresión sombría.
— No estoy de acuerdo —declaró con firmeza—. Y hasta que no aceptes, no irás a ninguna parte.
Dicho esto, azotó la puerta con fuerza y se fue.
Julia permaneció inmóvil, con el cabello cayendo sobre su rostro. Cuando regresó a la Mansión Gómez, ya era tarde. Diego estaba comiendo en casa. Al verla entrar con una expresión extraña, preguntó:
— ¿Saliste hoy con Andrés?
— Sí —asintió Julia con una sonrisa amarga.
— ¿Te maltrató?
— No —respondió Julia en voz baja y suave—. Es solo que volví a mencionarle lo del divorcio y no está de acuerdo.
Diego la miró y le acarició la cabeza.
— En un par de días habré resuelto los asuntos del grupo. Entonces podremos irnos de aquí.
Julia asintió.
— De acuerdo.
Mientras tanto, Andrés r