Julia no respondió.
Andrés suspiró y dijo:
—A los que te lastimaron anoche, les rompí brazos y piernas y los mandé a la cárcel.
Las pestañas de Julia temblaron y lo miró. Después de un momento, dijo:
—Gracias.
Al fin y al cabo, él la había salvado y merecía su agradecimiento. Andrés apretó los labios y la abrazó.
—No tienes que agradecer, soy tu esposo y debo protegerte.
Julia volvió a quedarse callada, claramente a la defensiva.
Andrés solo pudo acariciarle la cabeza y decir:
—Está bien, pediré el desayuno. ¿Qué quieres comer? Yo me encargo.
Julia seguía ignorándolo, con el rostro frío. Andrés, sin más remedio, fue a ordenar él mismo. El desayuno llegó rápido y ambos se sentaron a comer en la habitación.
—Come un poco de huevo al vapor—dijo Andrés poniéndolo frente a ella.
Julia lo miró y él sonrió:
—¿No es tu favorito?
Ella no dijo nada y empezó a comer. De repente, se escuchó la voz de Javier afuera:
—Señorita Cristina.
—Javier, ¿están mi hermano y Julia aquí? Oí que Julia tuvo un p