174. El aterrizaje (TF)
El rugido bajo del motor del jet privado se fue apagando a medida que las escaleras descendían hasta tocar el asfalto de la pista. Henrietta Daffner, con una gracia y autoridad que no necesitaba más presentación que su sola presencia, apareció en la entrada de la aeronave. El viento azotaba su largo cabello rojo, haciendo que brillara con la intensidad de una gema rubí bajo la luz del sol. Cada mechón parecía moverse con vida propia, danzando en el aire mientras ella bajaba lentamente los escalones con una confianza envidiable. Los lentes de sol que cubrían sus ojos verdes como esmeraldas eran innecesarios para protegerse de la luz, pero esenciales para ocultar la profundidad de su mirada; unos ojos que siempre parecían ver más allá de lo evidente, observando hasta el alma de quienes la rodeaban.
Al llegar al último escalón, Henrietta se detuvo por un instante, respirando el aire cálido y húmedo del país que visitaba después de tanto tiempo. Su piel, pálida y perfecta como porcelana,