Helios y Herseis se centraban en el cuidado a su hijo Horus. El parque estaba bañado por la luz dorada de la tarde, y el aire fresco de otoño movía suavemente las hojas que caían lentamente al suelo, creando un paisaje pintoresco. Caminaban juntos por el sendero de piedras, empujando el carrito de su hijo, Horus, mientras disfrutaban de la tranquilidad del momento. Era una escena familiar que nunca habrían imaginado vivir tiempo atrás, pero ahora, se había convertido en una rutina sagrada para ellos. Helios caminaba junto a Herseis, observando con ojos atentos cada detalle del entorno y, sobre todo, cuidando que nada perturbara a su pequeño hijo.Helios sintió una profunda satisfacción al ver a Horus tan tranquilo en su carrito, envuelto en una suave manta azul que le habían regalado los abuelos. A su alrededor, el parque bullía con la vida de otras familias, niños jugando y risas de fondo, pero todo parecía en un segundo plano para él. Su estaba centrada en la pequeña familia que hab
Henrietta llegó a la sede de Astral Group después de haber planificado cuidadosamente su visita sorpresa. Apenas puso un pie en el imponente vestíbulo de la empresa, una mezcla de emoción y nostalgia la envolvió. Recordó aquellas largas noches de estudio durante el doctorado, cuando ella y Helios se apoyaban mutuamente en sus investigaciones, creando una amistad sólida y genuina. Aunque su expresión era seria, como siempre, por dentro no podía evitar sonreír al pensar en él y en cómo reaccionaría al verla.Sosteniendo una pequeña carpeta en su bolso, Henrietta subió al elevador con la mirada fija en el número de piso que había memorizado: el despacho de Helios, ubicado cerca de la sala de juntas. Había llegado de su país esa misma mañana y, a pesar del cansancio, decidió dirigirse directamente hacia él. Sentía el ritmo de su corazón acelerarse con cada segundo que pasaba en ese ascensor de acero pulido, reflejando en las puertas su imagen formal y meticulosa: el cabello rojo perfectam
En su mente, las imágenes de ellos dos, de sus rostros marcados por la pasión y el cansancio de las investigaciones, se mezclaban con la realidad del hombre que ahora tenía frente a ella. Se preguntaba si él también sentía esa nostalgia, si en algún momento, en medio de sus ocupaciones diarias, se acordaba de aquellos años que parecían tan lejanos y vívidos al mismo tiempo. La Henrietta de entonces era más abierta, más soñadora. La Henrietta de ahora era más formal, más reservada. Sin embargo, con él, esos aspectos de su personalidad parecían disolverse y encontrarse en un equilibrio que solo con Helios lograba experimentar.A través de sus dedos, podía sentir la respiración pausada de Helios, la calidez que emanaba de su cuerpo. Esa cercanía física, tan poco habitual entre ellos, le recordaba lo que significaba para ella tener a alguien en quien confiar, a alguien que había estado allí durante uno de los momentos más intensos y formativos de su vida. En medio de su seriedad y formali
Herseis había llegado a las oficinas de Astral Group con una mezcla de concentración y calma. Aquel era un día especial, ya que estaba a punto de presentar uno de sus proyectos más ambiciosos ante la junta. A pesar de que siempre mantenían un comportamiento profesional, los encuentros con Helios en aquel contexto le hacían sentir una emoción que apenas podía ocultar. Sabía que Helios la estaba esperando, y al cruzar el umbral del edificio, una suave sonrisa se dibujó en sus labios mientras imaginaba la breve conversación que tendrían antes de la junta.Al acercarse a la oficina, pudo ver que la puerta no estaba completamente cerrada. No le dio demasiada importancia, aunque, por cortesía, decidió no abrirla de inmediato. Su paso fue silencioso, y con suavidad la empujó. Sin embargo, al entrar, la imagen que se encontró frente a ella la detuvo en seco.A unos metros, Helios estaba abrazando a una mujer de cabello rojizo, en un gesto demasiado íntimo, demasiado cercano. Aunque la mujer e
¿Quién era ella? Fue lo primero que cruzó por su mente. ¿Por qué nunca se lo había comentado? No había visto nunca a esa mujer, pero la forma en que Henrietta se había acercado a Helios, la facilidad con la que él la había abrazado, como si fuera algo natural, algo que no requería pensar, le provocaba una sensación de angustia que no podía explicar.Se encontró mareada, sofocada, como si el aire de la habitación se hubiera vuelto más denso de repente. Había miedo en su pecho, un miedo profundo e irracional. Sabía que Helios no haría nada para lastimarla, que no era ese tipo de hombre. Su sentido de la justicia, de la rectitud, siempre había sido una de las razones por las que confiaba tanto en él. Pero, a pesar de todo eso, una descarga eléctrica recorrió su cuerpo, un rayo de incertidumbre que la dejó paralizada.Helios se dio cuenta del cambio en ella de inmediato. Sabía que lo que Herseis estaba sintiendo en ese momento iba más allá de la confusión. Había algo que se había activado
El roce casi accidental, el abrazo de Helios hacia Henrietta, esa pequeña confusión que hubiera sido insignificante en otras circunstancias cobraba una magnitud casi irreal para ella. Y entonces, sin poder evitarlo, su mente retrocedió a aquellas primeras conversaciones con Helios, cuando le había preguntado sobre otras mujeres. Su respuesta fue franca: sí, había tenido relaciones antes. Nada importante, pensó en ese momento; era parte del pasado, algo que no debía empañar su presente juntos. Pero la sensación era otra ahora. Al verlos juntos, con esa facilidad y familiaridad, su instinto y su intuición como mujer le gritaban una verdad que no quería escuchar.“¿Acaso fue Henrietta la primera?”Era una pregunta que latía dentro de ella, aunque no tenía certeza. Y eso lo hacía más cruel, pues su mente comenzaba a tejer historias, escenas imaginarias entre ellos dos, intentando desentrañar si alguna vez Helios se había sentido atraído por esa mujer que ahora estaba de pie frente a él, m
El restaurante al que Henrietta lo había llevado era elegante, un lugar privado donde las luces tenues creaban una atmósfera íntima y los comensales conversaban en susurros. El lugar parecía diseñado para permitir confianzas y cercanías, pero la realidad es que Helios apenas notaba el entorno; su mente volvió una y otra vez al último cruce de miradas que había tenido con Herseis. Era como si, al girarse hacia ella, hubiera visto un leve destello de tristeza en esos ojos claros. Esa expresión casi imperceptible en su rostro seguía resonando en su interior.Henrietta lo observaba con una sonrisa, mientras dejaba su bolso de mano sobre el asiento y se acomodaba en la silla. A pesar de la distancia emocional que Helios intentaba mantener, él se daba cuenta de que Henrietta seguía disfrutando de la atención que su presencia generaba; su mirada permanecía fija en él, casi devorándolo con su intensidad. Llevaba un elegante conjunto negro que se ajustaba perfectamente a sus curvas y que desta
Helios volvió al trabajo y al anochecer regresó al penthouse. Se encontró con Herseis en el cuarto del bebé, luego de que la niñera se fuera a su propio apartamento. La vio y se acercó a ella, mientras contemplaba al bebé dormir en la cuna.—Buenas noches —dijo Helios con seriedad. Le tocó el hombro.—Buenas noches —respondió Herseis, mirando hacia él y dedicándole una sonrisa afable.—Algo pasó en la oficina —comentó Helios con serenidad—. Creí que eras tú. Me disculpo por mi error. Eso jamás volverá a pasar.—Lo sé —dijo Herseis, tranquila—. Sé que tú no me engañarías. No dudé de ti ni un instante, solo me causó una gran impresión.Helios deslizó sus manos con suavidad desde las caderas de Herseis, envolviéndola en un abrazo que parecía querer decir lo que sus palabras no alcanzaban. Ella levantó la mirada hacia él, con sus ojos brillando con una mezcla de comprensión y algo más profundo, algo que habían contenido por tanto tiempo. La confianza que Herseis había demostrado al decir