162. La desolación (TF)
Eleanor había regresado a la mansión Whitmore sintiéndose humillada, con la rabia a flor de piel. El plan que había ideado con tanto cuidado había sido su propio fracaso, un desastre que había expuesto la falta de devoción de su esposo y la falta de control que ella tenía sobre él. Mientras subía las escaleras de mármol de la entrada, su mente no dejaba de repasar el momento en el que Edán no le contestó las llamadas, dejándola en ridículo frente a las mujeres del club del té. Eleanor, la siempre perfecta, la siempre controladora, había quedado expuesta como una esposa más que no podía confiar en la lealtad de su marido.
Al entrar al vestíbulo de la mansión, el aire denso y silencioso no la ayudó a calmarse. La mansión, con sus techos altos, paredes cubiertas de arte y muebles lujosos, siempre había sido su reino, su fortaleza, pero en ese momento sentía que las paredes la aprisionaban. Se acercó a uno de los empleados, un hombre de mediana edad, que la esperaba para recibir instrucci