Valentina
Nos sentamos, y el mesero apareció casi al instante para tomar nuestras órdenes. Daniel pidió por los dos sin siquiera mirar el menú, algo que me molestó muchísimo.
No porque hubiera elegido mal la comida, sino porque ni siquiera había considerado consultarme. Esa fue la primera bandera roja.
—¿Entonces? —preguntó, cruzando los brazos sobre la mesa, inclinando su cuerpo hacia adelante. —¿Qué opinas del lugar? Bonito, ¿verdad?
La verdad era que me sentía fuera de lugar.
Cada persona en el restaurante parecía más elegante, más preparada para ese tipo de lugar, mientras yo estaba con mis jeans y blusa, recordando su comentario anterior sobre "vestirme mejor".
—Sí, es muy bonito, —respondí, agarrando una servilleta y colocándola sobre mis piernas.
Durante la cena, Daniel se insinuó todo el tiempo, diciendo comentarios que me hacían sentir cada vez más incómoda.
Parecía que no podía mantener una conversación normal sin intentar pasar algún comentario inapropiado.
—¿Sabes? —dijo m