Sienna había regresado a casa después de su encuentro con la anciana, con la profecía grabada a fuego en su mente. La fiebre de Ethan había bajado, pero el miedo a que volviera si no tomaba una decisión la carcomía. La dualidad de su amor por Leo y la lealtad a Chris se habían convertido en un tormento insoportable. Por eso, con el corazón latiendo con fuerza, decidió ir a casa de Leo. Tenía que contarle la verdad, liberarse del secreto que la estaba matando, y confrontar su destino.
Pero no había podido hacerlo. El corazón le martilleaba en el pecho con la cercanía de Leo a escasos centímetros de ella y continuaba con el secreto entre pecho y espalda, y con las ganas de comérselo a besos, pero petrificada entre sus brazos sin atreverse siquiera a pronunciar palabra por temor a no poder se controlar.
Ya no había duda de que se había enamorado de él, de su nobleza, de su fuerza, de la forma en que cuidaba a Ethan. Pero también había una parte de ella que le gritaba que no podía seguir