Daisy.

Me levanté tremendamente cansada, no había pegado ojo en toda la noche, miles de ideas, y sensaciones, me abordaron durante esa corta, y desastrosa noche, las principales sensaciones eran la vergüenza y el autocastigo.

Vamos que no me quería mucho esa mañana, anoche intente desviar mi ira hacia el sensible modelo, por molestarse por algo a lo que, por su trabajo, debía de estar acostumbrado.

-” ¿Cuántas clientas habrá tenido, que le han puesto nombres diferentes, más si como yo, eran de las que se negaba a conocer su nombre real?”- ese era mi pensamiento.

Pero, durante la noche, la sinceridad de mi conciencia me golpeó, claramente había dejado que mis deseos ocultos tomaran el control, y eso me atormentaba, porque me dejaba claro algo que me negaba a admitir, físicamente, al menos, aceptaba la idea de que deseaba a mi mayor enemigo, algo que, si se sabía, si la maldita rata lo descubría, lo iba a utilizar contra mí, por no hablar de las implicaciones que tenía en mi caso ju