Narrador.

Mientras en una de las salas de un famoso club privado de Edimburgo, los familiares y amigos de Marcus trataban de sonsacarle quién era la mujer que lo había puesto así, sin tener mucho resultado. En otra sala, en el mismo club, muy lejos de esta, e igual de exclusiva, una rica multimillonaria, presidenta de una empresa farmacéutica holandesa, esperando la llegada de un invitado muy especial, estaba bebiendo un caro champaña.

Casi había terminado su copa, cuando dos hombres muy bien vestidos, entraron en la sala.

-” Vaya señor Lascalles, quien iba a imaginar que, tras una buena ducha, y bajo un traje a medida, toda esa basura que tomó en la cárcel desaparecería para dejar ver a un hombre tan atractivo. Espero que el señor Wilson haya cumplido muy bien con todas “sus necesidades” más inmediatas.”- dijo sonriente la señorita Jonker.

Vermont se sentó, con cierta elegancia, frente a ella, mostrando una enigmática sonrisa, y es que, a pesar de los ocho años que llevaba en la