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Capítulo 3: El segundo encuentro. Parte 1.

Daisy.

-” Vaya pero que sorpresa, la pequeña bruja Lascalles no había desaparecido del todo, si quieres mi brujita te invito a una copa, para que entres en calor, antes de llevarte a mi cama, te prometo ser muy generoso, dada tu actual situación, soy como un regalo para ti.”- esa fue la voz que me detuvo en la entrada del edificio, cuando yo regresaba de las pistas de tenis, tras mi última clase, y que provocó que el vello de mi cuello se erizase.

Nunca me habían gustado ninguno de los amigos de mis hermanos, en especial Conrad Montgomery, amigo de Vermont, actor muy conocido en su vida pública, pero en realidad era un enfermo psicópata, y un maldito acosador en su vida privada, aunque al que más odiaba era al cerdo que estaba, en este momento, delante de mí, Brand Walter, o mejor dicho, Baboso Walter, que era como, todas las mujeres de la alta sociedad, lo conocíamos.

Brand Walter era uno de los mejores amigos del mi traidor hermano Williams, algo que, pensándolo bien, era hasta lógico, la basura se reconoce entre ella. Varias veces había intentado cruzar la línea conmigo, con la hermana pequeña de su mejor amigo, incluso cuando era menor de edad, y él me sacaba casi cuatro años, pero como yo ya lo conocía, sabía cuál era su punto débil.

El Baboso era muy machito, muy seguro con las mujeres que, ante sus avances, se intimidaban, o se mostraban débiles, pero con aquellas que eran más directas, agresivas, o denigrantes, ósea unas arpías en potencia, se sentía inseguro, y se mostraba como un ser débil y patético.

No sé si fueron sus palabras, o por el contrario el recuerdo de lo que su presencia me hacía rememorar, o si simplemente fue el perfecto sustituto del odio que sentía por mis hermanos, pero al mirarlo, una ira desmedida, y claramente descontrolada, acudió a mí, en ese momento.

Forcé una sonrisa de niña caprichosa y asqueada, esa que usaba antes cuando miraba un objeto sucio, barato, y sin ninguna clase, mientras alzaba la raqueta apoyándola en mi hombro izquierdo, por si, ante alguno de sus estúpidos avances, mi revés letal acaba con todas sus intenciones.

Al mismo tiempo adopté una pose, algo sexy, pero totalmente altiva, como si fuera las misma Cleopatra, mirando a sus esclavos, y luego, tras expresar, con mi mirada, todo el asco que me provocaba tenerlo delante de mí, desvié mis ojos a mis uñas, que ahora estaban sin esa cara manicura que antes solían tener, me mostré como si esa vista fuera los más interesante del mundo, desde luego mucho más que ese ser repugnante que, ante mi actitud, dejó de sonreír algo intimidado, reaccionando como yo ya esperaba.

-” ¿De qué alcantarilla te escapaste, Baboso Walter? ¿Tu madre no te ha explicado, que antes de hablar con los seres humanos, las ratas primero deben lavarte bien esa boca, para no contaminar?”- le dije mirando aún mis destrozadas uñas, por culpa de la raqueta que usaba a diario.

-” ¿Cómo ... te atreves desagraciada...?”- comenzó a decir, a trompicones, mientras veía como trataba de que su supuesta ira, se reflejará en su cara, pero era aún mayor su desconcierto, ante mi reacción.

Yo simplemente sonreí con descaro. Pero no las tenía todas conmigo sobre todo tras oir lo que dijo a continuación.

- “Yo que tú no me mostraría tan altiva, estúpida, tu familia lo has perdido todo, tu hermano William huyo con lo poco que tenía de valor tu familia, el idiota y altivo de Vermont está en la cárcel, y tu padre está muerto, estas sola en este mundo, podría secuestrarte ahora mismo, para hacer de ti lo que me apeteciera, y nadie te echaría en falta, y para cuando lo hicieran, ya serías una gatita obediente en mis manos.”- sus palabras, me asustaron la verdad, porque tenía mucho de verdad, pero me obligué a no mostrarme asustada, así que sonreí con más descaro que antes.

-” ¿Quién demonios te ha dicho que estoy sola, estúpido? ¿Crees que estaría en este club, practicando tenis, si fuera una mujer sin clase, con un hombre fuerte a su lado, uno que viniera de una familia importante, y poderosa?”- le dije echando mano de una mentira piadosa, una de esas que puede salvarte la vida, y de las que muchas mujeres solemos usar para asustar a los moscardones molestos.

-” ¡Imposible! ... ¡Imposible! ... Según mis fuentes no estas con nadie... Trabajas aquí... no intentes engañarme.”- dijo intentando no mostrarse inseguro... pero sin lograrlo.

Fue en ese momento, cuando supe que debía de darle la estocada, y sin pensar dejé que mi imaginación actuara, sorprendiéndome incluso a mí misma.

-” ¿Crees que te mentiría?, si quieres llamó a mi hombre ... aunque ya te digo no creo que le guste que un gusano, poca cosa como tú, le haya hablado a su novia como tú lo has hecho, maldito estúpido. Estoy por llamar a mi...”- por un segundo dudé en buscar el nombre de un hombre poderoso, e intimidante, que hiciera que el cobarde de Walter huyera despavorido, pero mi mente no ayudaba, hasta que mi subconsciente psicópata, ya alterado, tomó el control de la situación-” ... mi querido Marcus Miller, para contárselo”- le dije riéndome con desprecio, al mismo tiempo que al oírme decir ese nombre, interiormente, todo se estremeció, creo que más asombrado que Brand por mi supuesto hombres, estaba yo, que casi sufro de una apoplejía al oírme decir el nombre de mi mayor enemigo, al que yo ya, creía olvidado.

Mientras trataba de controlar la oleada de ira hacía mí misma, y en mi interior, por mentar al demonio, pude ver como los ojos de Brand se abría tanto, que casi cubrían la mitad de su cara.

La familia Miller era ya muy conocida en la alta sociedad de Londres, gracias no sólo a su riqueza, ni a la importancia de su enorme grupo empresarial, sino a que, hacía pocos años, las bodas de los dos hijos mayores de la familia, ambos mellizos, y los nacimientos de la abundante prole de esa familia, había copado toda la prensa social de varios países, en especial Norteamérica, y el Reino Unido, ya que además de representar una familia de millonarios muy unida, Ailan Caroline Miller, la segunda hija de la familia, se había casado con nada menos que mega millonario, y todo poderoso escoces Finlay Alacintye, el peor enemigo de mi hermano, y mi peor error, y vergüenza de mi época de estúpida heredera de los Lascalles.

-” ¿Entonces, maldita estúpida, como demonios puedes haber usado su nombre? ¿Cómo puedes haber usado el nombre del único hombre que te ha humillado en tu vida, sin tener su castigo? Era preferible que dijeras que eres la asquerosa amante secreta del príncipe Williams, a nombrar a ese maldito hijo de ...”- comencé a recriminarme interiormente, pero la reacción de Brand ante mis palabras al ver el gesto que hice, al simular marcar el teléfono para llamar a mi supuesto novio, cortó mis pensamientos.

-” Definitivamente, Daisy Lascalles eres una zorra. Así te pudras en el infierno, nunca te ayudaré, maldita”- me dijo ese estúpido, para después, como el cobarde que es, girar, e irse por el pasillo, que lleva los vestuarios masculinos.

-” No vuelvas a presentarte ante mí estúpido, no tienes mi nivel, eres un ser inútil.”- le grité con sorna, a su espalda, mientras lo veía correr por el pasillo.

-” Definitivamente Marilyn, tú no cambias, ¿verdad? Me alegro de que, como “tu hombre” haya conocido esa desagradable faceta tuya, así puedo recular, y replantearme nuestra inexistente relación.”- oir esa voz a mi espalda, consiguió dos cosas totalmente increíbles para mí, y que nadie había conseguido conmigo hasta ahora.

Primero hacerme desear que la tierra se abra y que el diablo me reclame, para en el infierno me torturé sin piedad, antes de tener que enfrentarme a mi mayor rival. Y la segunda, fue saber que por mucho que creas que has llegado al más alto nivel de humillación en tu vida, siempre hay un Marcus Miller que consigue que te des cuenta, de lo equivocada que estabas.

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