Marcus.
-” Definitivamente Marilyn, tú no cambias, ¿verdad? Me alegro de que, como “tu hombre” haya conocido esa desagradable faceta tuya, así puedo recular, y replantearme nuestra inexistente relación.”- dije con una sonrisa, mientras veía como, a espaldas a mí, esa Barbie princesa, se tensaba como las cuerdas de la raqueta que llevaba en su mano, para luego, aún con ese peligroso objeto en mano, girarse con una expresión de ira poco contenida, y actitud amenazante.
-” ¿Qué demonios haces aquí, estúpido? ¿De qué agujero inmundo, has salido, rata Miller?”- oí que me decía con una actitud claramente agresiva, y desde luego, menos soberbia, que la que le había visto desarrollar con el pobre estúpido que, esa Marilyn pretenciosa, había humillado miserablemente.
-” Si, estoy genial, gracias por tu preocupación, yo también me alegro de verte, Daisy Lascalles, se te ve genial, siempre tan agradable, tengo que decir que tu constante, e inamovible, forma de ser es para felicitarte.”- le dije aún con una sonrisa mientras apoyaba mi espalda en la pared del pasillo, en un gesto relajado, mientras cruzaba mis brazos sobre mi pecho.
Casi solté una carcajada, cuando, ante mi actitud de relajación, sus ojos de color verde tan intenso, y de una profundidad increíble, se abrieron de manera inmensa, mientras sus labios temblaban de indignación.
-” No me interesa como estás, estúpido, más bien desearía que todo en tu vida te estuviera saliendo fatal, malnacido, ¿No tienes a alguien más, en este mundo, a quién quieras molestar, Marcus Philip Miller? Porque yo desde luego no estoy interesada. Además, te aconsejo que dejes de meterte donde no te llaman... maldita rata ... ¿Por qué no te mueres de una vez, desgraciado?”- le oí decir esto último, por lo bajo, mientras se giraba, en una clara actitud de una gran diva, para alejarse de mí, en un evidente intento de huir, algo que yo no le iba a permitir.
Con un movimiento rápido, corte su avance, girándola de nuevo, mientras tiraba de su brazo libre, hacia mí, derribándola contra mi pecho, al mismo tiempo que, por autoprotección, le sujetaba la muñeca que ahora portaba su raqueta fuertemente, mientras trataba de moverla de un lado a otro, ligeramente, como si se replanteara utilizarla contra mi cabeza, con una clara intención de agredirme.
-” ¿Qué demonios pretendes, maldita rata? Suéltame ahora mimo, Marcus Miller, o te juro que te rompo la crisma.”- me dijo con ira, mientras trataba de liberarse.
Con mi mano, tras liberar ligeramente uno de mis brazos, la apreté contra mi cuerpo, hasta que este quedó literalmente pegado al mío, con su brazo libre atrapado en mi pecho, de un movimiento con ambas manos, le sujeté la muñeca de la raquera, bloqueándola, para luego colocarla, detrás de su espalda, la sentía luchar para liberarse, mientras me exigía que la soltara.
Fue en ese momento cuando me di cuenta del error, no calculado, que había cometido, en mi intención inicial de darle otra lección a esa malcriada, caprichosa, y mimada heredera, ya que sin quererlo, fui consciente de que, a pesar de que le sacaba más de quince centímetros de altura a la bajita rubia, mi cuerpo totalmente pegado al suyo, era completamente consciente de cada curva, de cada tención de su cuerpo, hasta del olor dulzón que desprendía, entre sudor por del ejercicio, y la mezcla con su desodorante, sabía que tenía tras haber practicado deporte, y todo ello mezclado con un inquietante, y tenue, pero totalmente agradable, olor a rosas que desprendía su cabello.
La tensión en mi interior creció, y los movimientos ondulantes, erranticos, y bruscos, de su cuerpo, intentado liberase, estaban despertando en mí, algo que, como hombre sexualmente activo, no convenía en ese momento.
-” Quédate quieta, Marilyn, no es conveniente que...”- le comencé a decir apretando mi mandíbula para controlarme, al mismo tiempo que la pegaba más contra mi cuerpo, para inmovilizarla.
Pero ella estaba fuera de sí, levantó la cara para mirarme con descarnado odio, mientras me gritaba mil y una barbaridades, que yo apenas oí, debido a que ese brillo verde intenso, provocado por la ira, de sus profundos e increíbles ojos, me dejaron extasiados por un momento.
-” ¡Suéltame de una vez! ¡Maldito, rata, cerdo hijo de puta! Marcus te voy a matar, te lo juro, esta me la pagas, ¡Vas a desear no haber nacido, desgraciado! Suéltame, maldito cabrón, ¡Joder, suéltame...!”- decía roja de ira, en voz alta, y alterada.
Eso fue lo último que le oí decirme, antes de interrumpirla de forma abrupta, ya que, de forma inocente, y nada premeditada, una de mis manos, la que estaba em su cadera controlando sus movimientos peligrosos, le sujetó con delicadeza su nuca, para inmovilizar su cabeza, que me miraba con un odio profundo, y nada contenido, mientras mi cabeza descendía sin control, sobre la de ella, pude ver como sus ojos se abrieron de sorpresa, ante mi gesto, de manera desorbitadamente, aún más que antes, mostrando una sorpresa infinita, pero sólo fue ese momento, y sólo fue un instante, lo justo antes de que mis labios sintieran los suyos, suaves, húmedos, y tentadores.
Prometo que no fue premeditado, ni yo mismo se porque hice eso, simplemente sucedió, y como si aún todo fuera aún más inexplicable, su sabor, calor y humedad, me intoxicó hasta tal punto que no pude evitar profundizar el beso, con clara intención de hacer que abriera sus labios, tenía la necesidad imperiosa de probar su sabor interior.
Repito, esa no era mi intención inicial, sólo pretendía poner a la rubia malcriada heredera en su lugar, como venganza de los futuros, y pasados, hombres que caerían víctimas de la desagradable forma de ser de la descarada Marilyn, como futuro abogado, sentía que ese era mi deber, era una forma de aplicar algo de extrema justicia, pero nada me advirtió que, al probarla, como casi me pasó la otra vez, todo se me fue de las manos.
No ayudó que ella dejara de luchar, y se paralizara apoyándose en mi cuerpo, para a continuación, sumisa, abrir sus labios de manera que mi lengua entró en su interior, para que yo pudiera descubrir, que a pesar de que la Barbie princesa tenía una forma de ser de autentica arpía, sabía deliciosamente.
Profundizar mi beso, fue algo inevitable, mientras sentía como la excitación en mi interior crecía, afectado a cierta parte de mi cuerpo, que de seguro ella ya notaría, el calor dentro de mí se amplificó, y esa maldita me devolvía el beso sin resistencia, y con entusiasmo, esta respuesta era algo, que un hombre, con sangre en las venas, no podía resistir, pero de pronto ocurrió algo que lo detuvo todo.
Fue algo sutil, pero que me hizo volver a la realidad, de golpe, como si hubiera cometido el peor error de mi vida, lo provocó un gemido femenino de rendición, y deseo, atenuado por mis labios, que me hizo que casi me dejara llevar sin control, y que activó, de forma extraña en mi interior, ante este último sentimiento, todas las alarmas.
De un empujón, nada delicado, que la desplazó totalmente lejos de mí, y casi la desequilibra, hasta el punto de hacerla caer al suelo, alejando a esa tentadora Marilyn que, con la cara totalmente ruborizadas, los labios inflamados, y enrojecidos, me miró con total desconcierto, al principio.
Mi cuerpo en ese momento se quejó de frustración ante, la perdida de deseo repentino e insatisfecho, que me provocaba tener cerca a la maldita de Daisy Lascalles, mientras, por su lado, mi mente, y mi sentido común, recién recobrado, me martilleaba de forma insistente, recordándome el enorme error que casi acaba de cometer, fue en este momento, cuando mi papel de futuro abogado, junto a mi orgullo masculino hizo su aparición, mientras contemplaba como la ira comenzaba resurgir con una fuerza casi homicida, en los ojos aún algo abiertos, y sorprendidos, de la Barbie princesa.
-” ¡Eres un...! ¡Eres un...!”- las palabras iracundas de la rubia de ojos esmeralda, se ahogaban con su furia, dejándola sin apenas palabras que decir, momento que aproveche para darle la estocada final, algo en para mi desgracia horas después iba a lamentar muy profundamente, pero ya era demasiado tarde.
-” No te quejes preciosa, seguro que ya estas acostumbrada a que miles ricos imberbes, te elogien por ser una de los prestigiosos herederos Lascalles, sólo te he ofrecido un golpe de realidad, para que no te creas tan importante, e inalcanzable, seguro que tu anterior pretendiente, me lo agradecerá, además, ¿no anunciaste, a bombo y platillo, que soy tu hombre? Por regla de tres, y en aras de la justicia, tú serías mía también, ¿Qué hay de malo en que pruebe algo que se supone que me pertenece? Lástima que después de probarlo, me haya dado cuenta de que usted, como mujer, señorita Lascalles, no me interesa en absoluto, así que, por nuestro bien futuro, “rompamos” aquí, le deseo que su próximo hombre sea mucho más estúpido, mucho más ciego, y más consentidor que el “último”, le aseguro que, para sus pretensiones de niña egocéntrica, rica, y mimada le ira muchísimo mejor.”- le dije girándome para irme del lugar caminado con paso lento y seguro, en dirección a la puerta de cristal que llevaba al pasillo de los vestuario masculinos, pensado que había ganado de forma rotunda, y definitiva, este nuevo asalto con la Marilyn de bolsillo.
Pero estaba lejos de mi suposición, un grito a lo valquiria en pie de guerra se oyó tras la puerta de cristal que yo acababa de cerrar, y un objeto contundente, lanzado con autentica ira, y precisión, se estrelló en esta, rompiéndola en mil pedazos.
-” Maldito seas, rata Miller, recuerda, esta es la guerra, desde ahora, eres mi máximo enemigo, voy a volver tu vida un infierno, esta humillación me la cobraré, te lo aseguró, te odio maldito bastardo.”- le oí decirme mientras yo, ignorándola, y sin decirle nada, más que una ligera señal con la mano, a modo de despedida, y sin tan siquiera mirarla, seguía caminado con tranquilidad hacia los vestuarios.
La atención de varios de los socios del club creció, ante el tremendo estruendo de la puerta al romperse, muchos salieron al pasillo repentinamente, incluso desde el interior de los propios vestuarios, formándose un pequeño revuelo a nuestro alrededor.
Tengo que decir que, aunque noté el tono de auténtico odio que destilaba las palabras de Marilyn, que debieron advertirme de que me había ganado a una peligrosa, y vengativa enemiga, no le di importancia, en ese momento, más bien me sentía aliviado de haber salido de esa situación, tan extraña, e incomprensible, de la forma menos humillante posible.
Pero claro el tiempo, y un giro no esperado del destino, me haría descubrir, muchos años después, que ese suceso, que para mí se convirtió en un arrepentimiento horas después, lejos de enardecer mi orgullo masculino, había provocado que algo que yo no deseaba, y que volvería mi mundo un puto infierno, había nacido con una fuerza que ni el cielo podría detener.