—¿Pasó algo contigo esta mañana? No sueles ser impuntual.
Oh, ¿ahora sí estaba preocupado por lo que me ocurrió?
—Estaba distraída y no llegué a revisar el correo de la reunión —digo con sinceridad. Nunca he sido buena mintiendo.
—Estás en un programa, siendo evaluada, procura no distraerte —aconseja, como si su polla no fuera la que me tuviera distraída. —A través del escritorio, despliega una carpeta de al menos cincuenta hojas. —Es el caso, en la próxima reunión habrá debate, estúdialo y llega a tiempo, no tolero la impuntualidad. —Comienza a levantarse antes de que siquiera responda. —Ya puedes retirarte, ahora tengo que irme.
Alzo una ceja, incapaz de contener los celos que arden por mis venas.
—¿A almorzar con Lexi? —pregunto.
Me mira y tiene el descaro de sonreír, como si lo disfrutara. —¿Celosa? Pensé que habíamos acordado que esto solo era sexo.
Ignoro el golpe en mi pecho, manteniendo mi frente en alto, sin dejarle ver lo afectada que sus palabras me dejan.
—Nunca acordamos