59. Una mujer lastimada y un hombre arrepentido
Estaba enfurecido, no, estaba que se lo llevaba el diablo.
¿Cómo es que nadie allí sabía nada? ¿Es que se habían escabullido así, sin más? ¿Cómo era posible que nadie las hubiese notado irse?
¡Carajo!
María, Sara, Lisandro y el par de peones a cargo de vigilar la puerta de Calioppe se plantaron frente a sí tras su orden.
Nicholas los miró a cada uno con los ojos entornados. Su pecho subiendo y bajando. Dientes apretados y mejillas trémulas.
— Quiero una jodida explicación — habló pausado —… y la quiero ahora.
María sollozaba en silencio. Estaba preocupada por su ahijada y, por supuesto, por esa joven embarazada.
Sara jugaba con sus dedos, temblorosa, inquieta.
Paulo y Ernesto se encontraban con la mirada clavada en el piso; contrariados y avergonzados. No comprendían como una cosa así pudo haber ocurrido.
Por su lado, Lisandro parecía inalterable. Se había enfrentado a la furia Dos Santos demasiadas veces, aunque jamás lo había visto en ese estado que, lejos de la rabia, se re