Despertó sola. Él no le dijo que tendría algo que hacer tan temprano.
— Buenos días, Barroso — saludó al jefe de seguridad un tanto confundida. ¿Qué hacía él allí cuando acompañaba a Thiago a todos lados?
— Buenos días, señorita Alexia. ¿Le ofrezco café?
Ella negó, pero le agradeció el gesto con una sonrisa.
— ¿Thiago no está en casa?
— No, señorita, hoy tenía que presentarse con el juez.
Alexia abrió ligeramente los ojos.
— ¿Era hoy? ¿Por qué no me lo dijo?
— No quería preocuparla.
— Sí, pero... estará tan solo — negó, llevándose las manos al vientre. Después de todo, por lo que había tenido que pasar, merecía estar rodeado y siendo apoyado por las personas que querían. Alzó la vista — Barroso, ¿cree que…? — se mordió el labio.
El buen hombre comprendió de inmediato que era lo que esa muchacha quería, así que dejó la taza de café sobre una mesilla y echó un rápido vistazo a su reloj antes de sonreírle.
— ¿Puede estar lista en cinco minutos?
El corazón de Alexia brincó y as