58. ¡¿Dónde están mi mujer y mi hijo?!
A Calioppe le dolía alejarse del hombre que, inevitablemente, se había enamorado sin preverlo durante los últimos meses.
Una silenciosa lágrima rodó por su mejilla.
Junto a él había conocido la entrega absoluta, las mariposas en el estómago cada vez que lo veía y el pulso disparado por culpa de sus besos y caricias. Dios, con él, se había dejado llevar de una forma irrepetible. Había sido su mujer. Suya. En cuerpo y alma, y como resultado… llevaba al hijo de ambos en el vientre. Pero también, gracias a él, había conocido lo que era el desamor, un corazón roto y la traición más encarnizada… el rechazo.
— Seño… ¿Está usted bien? — le preguntó Kika después de largos minutos caminando. Ella conocía muy bien esas tierras, así que sabía el camino más corto hasta el límite de la hacienda.
— Sí, lo siento, no me hagas caso — musitó, limpiándose las mejillas con el dorso. Echó un vistazo a su alrededor. Pocas eran las luces y la lluvia había cedido muchísimo, tan solo caían pequeñas gotas —