30. ¿Se estaban llevando bien?
La mañana siguiente, después de salir a cabalgar, lo primero que hizo al volver fue subir a su antigua habitación, pues por más que el brasileño de Villa Dos Santos prefería mantener las distancias con su joven esposa, una gran parte de sí mismo no dejaba de preocuparse por ella.
— ¿Cómo te sientes? — le preguntó tras varios toquecitos en la puerta.
Ella se incorporó contra el respaldo. Había despertado hace poco. Sonrió al saber que él estaba allí.
— Mejor, gracias, ya me iba a alistar para irme a la cosecha.
— De ninguna manera — replicó él, sentándose a la orilla de la cama —. Debes descansar.
— Pero…
— Nada de peros, Calioppe, debes cuidar tu salud — la interrumpió con gentileza.
— Sí, pero es que… — ella jugó con sus dedos, bajando la mirada.
— ¿Pero es que, qué? — indagó él.
— Es solo que yo me siento mejor, no me gustaría pasar todo el día en cama — musitó con ternura.
— ¿Quién dijo que te quedarías todo el día en cama? — preguntó y la dulce joven alzó la vista, sin co