Un sutil carraspeo hace retroceder a Norma unos pasos. Su rostro es el que se torna pálido ahora viendo a su jefe parado en la puerta. No hace falta ser adivino para darse cuenta de que él oyó todo o parte de lo que acaba de decir. Su mirada, fría y llena de amenazas, habla por sí solo.
—Señor Benedict, hubo un pequeño accidente y manché a la señora sin querer. —Se apresura a decir—. Estaba por servir un jugo antes de traerle el desayuno, pero ella movió la mano de manera brusca y me hizo tirar el líquido en su ropa.
Isabella la mira con el ceño fruncido. Nunca había visto a una mujer tan calculadora y mentirosa capaz de voltear el asunto a su favor en unos pocos segundos. ¿Cómo pudo decir eso cuando ella en ningún moment