Isabella despierta adolorida y sudada. Aunque pudo dormir profundamente, su sueño fue pesado y, como casi cada noche, ese hombre se apareció en él. De nuevo pudo ver la ropa que llevaba puesta, reconocer el tono de su voz, sus manos, el calor de su cuerpo, pero nunca logra ver su cara. Si tan solo pudiera encontrarlo y contarle que está esperando un hijo suyo, tal vez su destino sería diferente y no tendría que estar pasando por todo esto.
Voltea y mira hacia la cama de su esposo y ya está vacía, aunque con signos de que durmió allí. Seguramente ya se fue.
Mira la hora en su celular y se levanta. Mientras bosteza, camina hasta el baño y abre la puerta con brusquedad, encontrándose con Benedict que se afeita frente al espejo, recién bañado y con solo una toalla que