Ambos permanecen en silencio tras alcanzar el clímax. Benedict no la suelta; la tiene abrazada con fuerza, como si tuviera miedo de que Bella desaparezca entre sus brazos.
Ella abre los ojos, aún intentando regular su respiración. La realidad de lo que acaba de suceder la golpea con violencia. Coloca sus manos sobre el pecho de él y lo empuja con decisión para levantarse.
—¿A dónde vas? —pregunta Benedict sin dejar de sujetarla del brazo.
—Al baño, a limpiarme. ¿O tampoco tengo permitido hacer eso? —Su tono es seco, molesto.
Él frunce el ceño.
—No estoy prohibiéndote nada. Solo quiero que me digas adónde va