192. SEÑORITA BARONESA
Los relinchos de los caballos me hicieron despertar asustada al otro día, me levanté rauda de la cama y me asomé a la ventana para saber de qué se trataba todo aquello. No pude dar crédito a lo que veían mis ojos. El capitán había ordenado que sacaran a todos los caballos de la caballeriza, y estaban siendo ensillados por todos sus soldados bajo la protesta de todos los obreros y del señor abogado Edmundo, junto a su hijo.
Sin pensar bien en lo que hacía y sin esperar a Julián que también miraba por la ventana, me dijera qué hacer. Me vestí corriendo con un grueso abrigo, las botas de Dolores, y me dispuse a salir a ver qué era lo que pasaba con él. Julián me acompañaba invisible a mi lado, junto a todos los sirvientes que se fueron acercando poco a poco, a los caballos para tranquilizarlos.
—Buenos días, capitán.
Saludé en cuanto llegué, haciendo que se girara hacia mí y viniera sonriente, tomándome una mano y dándome un beso la cual le quité inmediatamente.
—¿Se pued