Después de escuchar eso, Lucas pareció recobrar la compostura. Forzó una sonrisa, asintió con la cabeza y apartó la mirada del paquete que aún tenía en las manos. Siguiendo a Marco, se dirigió a la habitación del hotel donde Fiona descansaba.
Antes de llegar, Marco le pidió a Lucas que comprara un ramo de flores, en secreto, con la idea de sorprender a Fiona.
Pero justo cuando llegaron a la entrada, escucharon el sonido de un encendedor. La puerta estaba entreabierta, y Lucas no podía creer lo que veía: Fiona, la chica que supuestamente tenía cáncer de pulmón, fumando como si nada.
Frente a ella, en el sofá, estaban mi padre, Carlos, y la madre de Fiona, Isabel, con expresiones de satisfacción plena.
Isabel contaba las joyas y el dinero que Lucas le había dado para casarse con Fiona, con una cara llena de codicia y emoción.
—Fiona es defectivamente una genia, hizo que ese tonto de Lucas creyera que tenía cáncer de pulmón. Podemos sacarle con ese cuento una buena cantidad de dinero. Jaj