Temblando, Marco cayó al suelo, con los ojos enterrados en el pavimento, llenos de desesperación y arrepentimiento. Comenzó a arrancarse los labios secos y agrietados, hasta que la sangre empezó a salir, pese a eso no se detuvo.
Ya no tenía ganas de seguir discutiendo con él. Justo cuando me daba la vuelta para irme, escuché una insistente y tenue voz desde atrás:
—No te preocupes, hermana, eres lo único que me queda. Puedes no perdonarme, pero siempre estaré aquí para ti, incluso si eso me lleva a la muerte.
Su tono era firme, como cuando prometió proteger a Fiona. Pero ya no era el momento para decirlo.
Regresé a mi departamento y empecé a empacar todo.
Al día siguiente, me dirigí a la boda de mi amiga. Ella había sido compañera mía desde la secundaria, la única que me apoyó cuando toda la clase, influenciada por Fiona, me aisló. Solo ella quedó a mi lado.
En los pocos días que llevaba en casa, ya había escuchado historias sobre el destino de Fiona, su madre y mi padre.
Mi padre siem