Capítulo 31. Las verdades más dolorosas salen a la luz cuando no tienes nada que perder.
―Olvídate del divorcio, Anna, tú y yo seguiremos casados hasta cumplir los cinco años que establecimos en el acuerdo prenupcial, porque no habrá poder humano que me obligue a firmar el divorcio ―señaló Marcos con la rabia marcando cada una de sus facciones.
Anna se sintió como si un peso invisible apretara su pecho al escuchar las palabras de Marcos. El corazón le latía rápido y sus manos temblaban ligeramente. La idea de estar casada con él por cinco años más era una carga insoportable. No podía hacerlo cuando habiendo conocido el paraíso a su lado, había sido desterrada al infierno.
A pesar de que él la echó sin contemplaciones y con crueldad el día que descubrió que ella le había mentido, aún le amaba y le dolía enormemente su actitud fría y despectiva con la que la trataba desde entonces.
―Anna, si no quiere hablar con él, no tienes por qué hacerlo ―intervino su abogado ofreciéndole un atisbo de apoyo en medio de la tensión.
―No, está bien, no te preocupes, quizás es mejor que