Capítulo 54. Una vida para amarnos

Desde el balcón de la habitación del hotel, Rosi miraba con los ojos empañados de lágrimas la paradisiaca playa de Aruba, si cerraba los ojos casi podía sentir el olor de su tierra, de su hogar, era lo más cerca que Carlos la pudo llevar de su país, Venezuela. Rosi no podía volver porque había entrado a los Estados Unidos como refugiada.

Detrás de ella estaba parado su esposo, abrazándola por la cintura, eran una bonita estampa de dos jóvenes guapos y enamorados.

―Es maravilloso, Carlos, es casi igual a las playa donde pasé mi niñez y mi adolescencia, sé que pudiste llevarme a mil sitios, pero este es el mejor. Gracias, amor mío.

―Solo quiero hacerte feliz, mi Rosi. Te amo ―le respondió él dándole un beso en el cuello.

―Y yo a ti, Carlos. ¿Sabes? Me gusta más que me digas mi Rosi, que mi Minions ―respondió ella con una sonrisa girándose en sus brazos para besarlo.

―Siempre serás mi Minions ―le informó él con una sonrisa divertida.

―Y tú siempre serás mi imbécil ―espetó ella con los l
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