La puerta se cerró de golpe. La mansión Montgomery, bañada por la luz suave de la tarde, parecía más un mausoleo que un hogar. Margaret caminó con pasos erráticos por el vestíbulo, sus tacones resonando como golpes de eco en mármol.Los retratos familiares adornaban las paredes como testigos mudos. La imagen de Logan, aún joven, con esa mirada intensa que siempre había sido su orgullo… y su condena. Se detuvo frente a una fotografía tomada años atrás, cuando aún podía controlar su mundo con una palabra.Sus dedos temblorosos tocaron el marco de plata. Cerró los ojos. Pero lo que veía no era esa imagen, sino el rostro de un niño. El rostro que la había fulminado esa mañana. El mismo ceño. Los mismos ojos. La misma maldita verdad clavándosele en el pecho como un cuchillo sin filo.—Mi nieto… —susurró con la voz ronca, temblorosa—. Mis nietos y no lo supe.De pronto, la furia la dominó. Empujó el retrato, que cayó al suelo con un estrépito metálico. Las fotos siguientes corrieron la mis
La cafetería del hospital estaba tranquila para ser media tarde. Algunos médicos bebían café en silencio, otros hojeaban papeles, ajenos al pequeño torbellino de energía que acababa de cruzar la puerta.—Tienen cinco minutos para escoger, ¿entendido? —advirtió Axel mientras caminaba con aire despreocupado, las manos en los bolsillos y las gafas de sol aun colgando del cuello de su camisa, como si el hospital fuera un resort y no un lugar con normas.—¿Cinco? ¡Eso es poquísimo! —protestó Ethan, con los ojos fijos en el expositor de postres—. ¡Mira todo eso! ¿Cómo quieres que decida entre helado de chocolate, vainilla o ese que tiene galleta encima?—El de galleta, obvio —intervino Sienna, con su tono de voz dulce pero firme—. El chocolate siempre te deja bigote.—¡Pues a mí me gusta mi bigote de chocolate! —insistió Ethan, cruzando los brazos con dramatismo—. Me hace ver mayor.Axel los observó con una ceja en alto.—¿Mayor? Si tú todavía dices "pez-cado" en vez de "pescado" —advirtió
El sol de la tarde caía con pereza sobre los ventanales del hospital. Marie caminaba con pasos firmes por los pasillos, el bolso colgado del hombro, el rostro sereno pero el alma temblando. Al llegar a la habitación de su madre, se obligó a sonreír.—Hola, mamá —saludó en voz baja, cerrando la puerta tras de sí.La mujer, pálida y delgada entre las sábanas, giró lentamente la cabeza. Sus ojos, aunque cansados, brillaron al verla.—Llegaste justo a tiempo —murmuró—. Pensé que ibas a trabajar hoy.Marie se acercó con dulzura, le acomodó la manta y besó su frente.—Salí temprano —mintió. Sacó del bolso un libro de tapa gastada. Se sentó en la silla junto a la cama y lo abrió por donde lo habían dejado.—Hoy te toca el capítulo del jardín secreto —le dijo, con una sonrisa forzada—. ¿Te acuerdas?La mujer asintió, cerrando los ojos. Mientras Marie leía, su voz se fue suavizando, envolviendo la habitación como una manta tibia. Pero por dentro, su pecho estaba lleno de nudos. No le había co
La palabra Positivo brilló con intensidad en la pequeña pantalla del test de embarazo, iluminando el rostro de April con una emoción indescriptible. Su corazón latía con fuerza, mientras sentía que su mundo entero cambiaría en un instante. Estaba embarazada.Las lágrimas brotaron en sus ojos, pero no de tristeza, sino de una felicidad absoluta. No podría haber mejor regalo para Logan que esa noticia. En apenas una semana celebrarían su primer aniversario de casados, y finalmente podría darle algo que ni siquiera él esperaba: sería padre.Se miró en el espejo del baño, acariciando su vientre aún plano. Su largo cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su piel clara tenía un rubor especial por la emoción del momento. Sus ojos, de un verde brillante y expresivo, reflejaban el amor inmenso que sentía por su esposo.—Vamos a ser una familia de verdad —susurró, dejando escapar una sonrisa ilusionada.A pesar de que su matrimonio se mantenía en secreto, a pesar de que vivía
April no quería presentarse en la empresa.Desde que firmó los papeles del divorcio, su cuerpo y su mente se negaban a regresar a ese lugar donde había construido tantas ilusiones. No quería verlo. No quería recordar.Pero ahora tenía una razón más grande que su orgullo.Su bebé.No podía permitirse perder esa indemnización. Necesitaba ese dinero para empezar de nuevo, para asegurarse de que su hijo tuviera todo lo que necesitara.Así que, tragándose el dolor y con la dignidad hecha pedazos, se levantó esa mañana y se dirigió a Montgomery Enterprises.Cuando llegó a la oficina, el ambiente era el mismo de siempre: trabajadores apurados, llamadas constantes, la elegancia de los pasillos perfectamente decorados. Pero para ella, todo era diferente.Ahora ese lugar solo representaba traición.Trató de pasar desapercibida, pero las miradas la seguían. Sus compañeros la observaban con curiosidad, algunos con lástima. Claro había sido despedida sin contemplaciones luego de ser la mano derec
April nunca había necesitado tanto el dinero como ahora.Había creído que al dejar Empresas Montgomery, cerraría para siempre ese capítulo de su vida, pero ahora todo había cambiado.Esperaba trillizos.El simple pensamiento la aterraba. No solo debía empezar de cero, sino que ahora tenía tres vidas por las que luchar.Y no tenía nada.Por eso, después de cumplir con el reposo recomendado por los médicos, se armó de valor y regresó a la empresa. Solo quería recibir su liquidación y desaparecer.Ya no era la esposa secreta del futuro CEO.Ahora solo era la mujer que había sido desechada.Se dirigió directamente al departamento de Recursos Humanos, pero el encargado la miró con incomodidad.—Señorita Collins… la señora Montgomery quiere hablar con usted antes de que reciba su liquidación.April parpadeó sorprendida.Nunca se había reunido con esa supuesta suegra, incluso sus llamadas telefónicas eran escasas y, para su sorpresa, el primer encuentro fue también el último.Así que, con el
El autobús avanzaba por la carretera mientras April observaba el paisaje por la ventana. Los árboles y colinas pasaban ante su vista, pero su mente estaba en otro lugar.Se iba. Huyendo.Había pasado demasiado tiempo en esa ciudad, demasiado tiempo esperando un amor que solo le dejó cicatrices.Cuando firmó los papeles del divorcio, creyó que ese sería el peor dolor que sentiría. Pero no. Nada se comparaba con la humillación de ver a Logan comprometiéndose con otra mujer.El hombre que había sido su todo, el hombre que le había prometido amarla, el mismo que ahora la había abandonado como si nunca hubiera significado nada.Pero April no estaba sola. Llevaba tres vidas creciendo dentro de ella.Tres corazones latiendo en su interior.Se llevó una mano al vientre con ternura, sintiendo la curvatura que comenzaba a notarse. No podía fallarles.Al principio pensó en refugiarse en la casa de su padre. Pero April sabía que no era un lugar seguro.Margaret Montgomery había sido clara. Si se
April parpadeó confundida.—¿Qué…?—Los bebés vienen demasiado pronto y uno de ellos está en una mala posición. Si no los sacamos ahora, corremos el riesgo de que sufran daño.Su respiración se agitó.—No… yo… —sollozó, sintiendo el terror trepar por su espalda—. Tengo miedo.La doctora la miró con compasión.—Entiendo que esto es difícil, pero sus hijos la necesitan fuerte.April cerró los ojos con fuerza, sintiendo que su mundo se desmoronaba.No podía fallarles.Ellos eran lo único que tenía.Apretó las sábanas de la camilla con desesperación.Y entonces, con un susurro tembloroso, dijo lo único que podía decir.—Háganlo… pero por favor, salven a mis bebés.El frío de la sala de operaciones la envolvió como una niebla helada.Las luces blancas le lastimaban los ojos. Su cuerpo temblaba de miedo.—Le pondremos anestesia raquídea. No se preocupe, no sentirá dolor.April apenas asintió, incapaz de hablar.Su respiración era irregular. El miedo la sofocaba.Pero tenía que ser fuerte. Po