Logan vaciló un instante. No le gustaba, no confiaba. Pero confió en ella. Le besó la frente una vez más y salió sin mirar a Margaret.

La puerta se cerró.

Margaret dio un par de pasos hacia la cama, pero no se acercó demasiado. Sus manos, normalmente firmes y altivas, estaban entrelazadas al frente, nerviosas.

—No espero que me perdones —comenzó con voz baja—. Pero vine porque tenía que decirte la verdad.

April la miró sin hablar.

—Mi hijo… Logan… él es inocente. Nunca quiso alejarse de ti. Nunca quiso herirte. Todo lo que hizo… lo hizo por mi culpa. Yo orquesté todo.

El corazón de April latió con fuerza. Su rostro palideció ligeramente.

—¿Qué estás diciendo?

Margaret respiró hondo. Su voz tembló.

—Fui yo quien le dijo que Megan estaba desahuciada. Que moriría pronto. Que su última voluntad era que la acompañara en sus últimos meses. Le pedí que lo hiciera por compasión… por el qué dirán… porque no te consideraba digna. Pero no era verdad.

April tragó saliva, sintiendo un vacío en el