Cap. 130: Ve. Y haz lo correcto.

Las puertas del ascensor se cerraron con un pitido suave mientras Nathan la apretaba contra su pecho, sin dejar de hablarle en voz baja, como si cada palabra pudiera sostenerla en pie.

—Resiste, Marie… ya casi llegamos… por favor, aguanta.

Ella no respondía. Tenía los ojos cerrados, la respiración entrecortada, los labios apretados en una mueca de dolor. En el lujoso lobby del edificio, el guardia se incorporó al verlos, alarmado, pero Nathan solo gritó:

—¡El auto, tráigame el auto ya!

El auto negro estaba frente a la puerta en menos de un minuto. Nathan la acomodó con extremo cuidado en el asiento trasero, se subió como un rayo al volante y arrancó con furia, ignorando los semáforos, los toques de bocina, el caos urbano.

El trayecto al hospital le pareció eterno. Su mirada iba de la carretera a Marie, que seguía con la mano en el vientre, en silencio, como si se aferrara a la vida que latía dentro de ella.

—Ya casi, Marie. No me hagas esto… por favor.

Cuando por fin llegaron, saltó
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