Marie giró el rostro hacia ellos con rapidez. Logan se irguió desde su asiento con una mirada fija a Axel.

Nathan, sin cambiar el gesto, se volvió hacia él con lentitud. Había algo contenido en su mirada, algo más peligroso que una reacción impulsiva.

—Siempre tan gracioso, Montgomery —dijo, con una cortesía que raspaba.

—Y tú siempre tan... tenso —replicó Axel, con la sonrisa intacta.

La tensión se palpó al instante, como electricidad sin cableado.

Logan intervino antes de que el ambiente se cargara más.

—¿Y si dejamos las historias de infancia para otro día? —propuso con una sonrisa medida—. A este ritmo, terminan comparando quién hacía las mejores bombas caseras con bicarbonato.

Axel se encogió de hombros y bebió un trago de vino.

Nathan simplemente tomó de nuevo su copa, aunque no bebió.

Pero Marie no apartó la vista. Porque durante ese breve momento, en medio de risas infantiles y pullas de adultos, vio algo en Nathan que casi nadie percibía: un hombre que no sabía cómo encajar…