Cap. 104: Con mis propias manos.

El sonido de las uñas de Megan tamborileando contra la copa de vino era lo único que rompía el silencio de su sala.

Llevaba el móvil en la otra mano, los ojos fijos en el ventanal, y los labios apretados con la presión exacta de quien está a punto de estallar.

—¿Qué dijiste? —preguntó al abogado con un hilo de voz, tan bajo que dolía. Pero ardía.

—El juez lo firmó esta mañana —repitió él con voz neutra—. La anulación es oficial. El matrimonio ya no existe. Legalmente, no hay vínculo entre usted y el señor Montgomery.

El silencio que siguió luego de colgar no fue de resignación. Fue la pausa exacta del derrumbe

Megan soltó una risa breve, hueca, rota. Y después otra. Hasta que la risa se quebró y lanzó la copa contra la pared con violencia. El vidrio estalló, y el vino corrió como sangre sobre el mármol blanco.

—¡NO! —gritó, y empujó los papeles del escritorio con un manotazo, haciendo volar carpetas y objetos—. ¡NO, MALDITA SEA!

Caminó por la sala como una fiera enjaulada. Se tiró del
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