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Están rompiendo las reglas

Me fui de aquel lugar y me dirigí al apartamento que había alquilado para pasar desapercibida. Nada más, al entrar, me quité la ropa dejándola en cualquier parte del apartamento y me fui directa al baño para ducharme. Envuelta en una toalla, fui hasta la cocina y tomé una coca cola del refrigerador y me senté frente a la computadora para intentar hackear el sistema de la Interpol, pero fue una tarea difícil. Me llevaría algo de tiempo conseguir infiltrarme por completo en su sistema.

Los días fueron pasando y no volví a cruzar palabras con Deimos Wolf, pero de vez en cuando pude sentir que me miraba muy fijo. En algunas ocasiones no disimula en lo absoluto y me sostiene la mirada hasta que se cansa, en otras ocasiones se toma la decencia de disimular ante todos. Puesto que no he sido la única que se ha dado cuenta de su mirada, lo cual ha hecho que me gane un odio rotundo de parte de Jessica. Al parecer la chica ha estado enamorada de él desde quien sabe cuánto tiempo, pero la verdad es que él no me provocaba los más bajos instintos. Su arrogancia y el querer demostrar ser poderoso todo el tiempo ha hecho que no me fije en él.

Durante ese día habíamos estado cumpliendo una misión en el campo. Debíamos rescatar a unas mujeres que serían llevadas como trata de blanca por un grupo de mafiosos ingleses. Conseguimos cumplir con la misión sin ningún problema y antes de volver a nuestras casas, Richard nos propone a todos ir por una cerveza, al cual todos aceptamos, incluso el Dios del inframundo.

Al llegar al bar tomamos una mesa para las ocho personas que conformábamos el grupo. Me senté en el otro extremo lejos del jefe y su amante para evitarme problemas. La persona que estaba a mi lado y con quién más he hablado desde mi llegada era Richard.

—Cuéntame algo de ti, bella Dakota.

—No hay mucho que contar.

—No lo dices en serio, ¿o sí?

—Sí. Te digo la verdad. Fui una chica muy nerd, así que no interactuaba mucho con los demás.

—Oh, ya veo. Interesante.

—Eso no tiene nada de interesante.

—Para mí, sí que lo tiene.

—Si tú lo dices.

—Oye, por cierto... ¿Ya conocías al jefe antes?

—No. ¿Por qué preguntas?

—Bueno..., todos hemos sido testigo de cómo te mira, incluso ahora. Puedo sentir perfectamente su mirada asesina en mi espalda en este instante.

—Que exagerado eres.

Me río por la situación y por las cervezas de más que había bebido en poco tiempo.

—No. Lo digo en serio. Fíjate.

Hago lo que me dice y miro de reojo hacia donde estaba Deimos y era verdad, él no estaba dejando de verme fijamente.

—¿Qué hiciste?

Le pregunto a Richard y veo que se pone nervioso para luego comenzar a sudar frío.

—No hice nada. ¿Qué hiciste tú?

—Para no haber hecho nada, te pones nervioso. Eres un pésimo mentiroso, Richard. Además, yo no he hecho nada. Soy la novata y jamás los había visto y no se te olvide que soy menor que todos ustedes por algunos años. Así que, no los podría haber conocido ante. Eso es imposible.

—Como sea, algo debimos haber hecho para que yo sienta su mirada asesina.

—Querrás decir que fue por algo que tú hiciste.

—¿Crees que fue mi culpa esta vez?

—No tengo idea, pero supongo que sí.

Mi respuesta hace que el pobre chico comience a sudar más de la cuenta y que sus manos tiemble. No pude evitar burlarme de su situación y él, al ver que me burlaba, se calma. Cuando no aguanté más, me puse de pie para ir al baño y tuve que esperar a que la fila avanzará. Me cruzo de piernas y brazos mientras esperaba hasta que sentí a alguien detrás de mí. Miré por encima de mi hombro y vi que era Jessica. La ignoro tal y como me dijo que hiciera Richard y doy un paso adelante cuando veo que avanza algo la fila. Sigo esperando y juro que podía sentir que no iba a salir nada bueno con esta mujer detrás de mí.

—Dakota... ¿De dónde eres?

—New York. ¿Y tú?

—Nueva Orleans.

—Encontré en los registros que fuiste la mejor de los novatos.

—Sí, bueno, soy una nerd. Era de esperarse.

La fila sigue avanzando y yo comenzaba a ponerme más ansiosa con ella a mi lado. Cuando por fin la fila avanza, aprovecho el momento para entrar y escapar de ella durante unos minutos, aunque sea. Hago mis necesidades y al terminar, salí para lavarme las manos y ella estaba ahí, detrás de mí mirándome a través del espejo. Este juego suyo comienza a cansarme y se lo dejo en claro con mi mirada y mi tono de voz.

—Si quieres algo, habla. Te escucho perfectamente.

Tomé papel para secar mis manos mientras ella sonríe y se acerca a mí. A través del rabillo del ojo pude ver que se acercaba con una cuchilla en su mano e intenta tomarme del pelo.

—Si me tocas un solo pelo, te arrepentirás.

—No lo creo y espero que te quede claro, Deimos es mío.

Ella da un paso e intenta sujetarme, pero fui más rápida. Las mujeres que nos rodean gritan y salen corriendo. Consigo tirar al suelo la cuchilla y arrojarla lejos. Ella se lanza contra mí, pero es detenida por alguien más.

—Están rompiendo las reglas.

Miro a Deimos, quien sujetaba con fuerza a Jessica. Ella al ver que era él, deja de comportarse como una loca y antes de que ella hable, me le adelanto de nuevo.

—Calma a tu novia psicópata.

Pasé por el lado de ambos con verdadera furia. Regresé a la mesa y tomé mis cosas para irme del bar ante la mirada de todos. Ya era fin de semana y no debíamos ir a trabajar, así que me quedé en casa averiguando lo que más podía de todos los implicados de mi grupo de trabajo. Debía saber sus antecedentes, sus puntos fuertes, pero, sobre todo, sus puntos débiles. Debía tener un as bajo la manga a como dé lugar. Después de todo, debía rescatar a mis hijas de dónde fuera que diablo, mi anterior dueño las había dejado.

Cuando cumplí cinco años fui vendida a ese hombre y fui sometida a múltiples tormentos. Desde humillaciones hasta cosas peores. Él me entrenó para ser una estafadora, me enseñó a llevar más de un rostro y a luchar para sobrevivir. Todo lo que ganaba era para él, porque era difícil escapar de él. Lo que yo no sabía es que quien yo creía que era el famoso diablo, resultó ser un peón. Él sabía dónde estaban, pero nunca lo dijo. Con los años después de su muerte supe que él no era el verdadero diablo, sino que era un maldito peón.

Todo el resto del fin de semana me la pasé ignorando las múltiples llamadas de Richard y de uno que otro compañero para dedicarme en rastrear al diablo y mis hijas.

El lunes llegó muy rápido y me presenté al trabajo como si nada hubiera sucedido, y de lo primero que me entero al llegar es que Jessica fue suspendida una semana de su trabajo por romper la regla de atacar a un compañero.

—Gracias por informarme, Richard.

—Tienes que estar más alerta cuando Jessica vuelva. Ella lleva enamorada del jefe mucho tiempo. Se conocen desde muy niños y ella siempre ha seguido sus pasos, no tolera que ninguna otra mujer se acerque al jefe y más después de que esté fuera abandonado por su prometida.

—¿El jefe tuvo una prometida?

—Shhh..., baja la voz. Que nadie te oiga.

Miro a todos lados como él lo hace, bajo la voz y le pregunto lo que pasa por mi mente.

—¿Por qué debo bajar la voz?

—Si el jefe se entera de que te conté esto, estoy muerto.

—¿Tan grave fue?

—Oh, sí. No te imaginas cuánto.

Ahora, con lo que ha dicho, ha hecho que mi curiosidad aumente.

—Si me cuentas que pasó, te deberé un favor.

Mi propuesta lo tienta y este al final acepta.

—Hace siete años el jefe tuvo una novia, era la única a la que Jessica toleraba. Esa novia le puso los cuernos, le fue infiel la noche antes de la boda. Todos los que estuvieron en su fiesta de despedida de soltero se enteraron de lo sucedido. Dicen que él fue a un..., un..., bueno, de esos bares donde intercambias sexo y terminó con una chica que lo estafó. El único que sabemos la verdad completa después de ser abandonado por su prometida, soy yo. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Lo entiendo.

—Seré hombre muerto si se entera de que te conté la verdad de esa noche. Todos creen que él simplemente se fue furioso a su casa para enfrentar a su prometida, pero después de enfrentarla terminó en ese bar Swinger y despertó en una habitación de hotel sin su cartera y su tarjeta vacía. Supe de la verdad, porque él me pidió rastrear a la mujer, pero ella sí que es experta para hacer sus movimientos.

—¿Encontraste alguna pista de ella?

Mi corazón estaba a punto de estallar por el solo hecho de pensar que hablaba de mí y de que pudiera tener pistas sobre mi identidad.

—No. Fue imposible conseguir alguna pista, sin embargo, asociamos su caso con el caso de otros hombres que también fueron estafados por una bella dama. Si no se hubiera metido con el jefe, ella no estaría metida en problemas hasta el fondo y sería más fácil para ella que otro la atrapé y no el jefe.

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