Estaba tan rígida por ese beso que mi respuesta parecía la de un robot. Richard disimulaba saludando a un conocido que pasó por su lado para darnos el espacio que los «amantes» suelen necesitar.
Alguien extraño pasa por nuestro lado y se queda a solo dos pasos de distancia hablando con otro hombre. Coloco mi mano sobre su pecho, pego mi cuerpo al suyo y le susurro cerca a los labios.
—Deberías comportarte un poco, estamos en un espacio lleno de personas, deja eso para cuando estemos en casa y en nuestra intimidad, sabes que no me gustan estas acciones frente a los demás.
—Lo siento, me dejé llevar.
Esta vez sí que finjo organizar su corbata, pero en realidad la aprieto un poco y sonrío.
—Está bien mientras reconozcas tus errores, lo dejaré pasar por ser tu cumpleaños.
—Gracias, eres muy amable.
—No hay de qué.
Finjo enojarme por haberme dado ese beso frente a tantas personas. Aunque, viéndolo bien, no había necesidad de fingir, ya que estaba supremamente enojada.
—Iré al baño a retocar mi maquillaje, vuelvo enseguida.
—No tardes.
—Claro. No tardaré.
Doy unos cuantos pasos despacio y saludo a varias personas para no levantar sospecha alguna y pude ver de reojo que Deimos y Richard entretienen a esos dos hombres sospechosos de hace unos minutos.
—Discúlpenme, requiero retocar mi maquillaje.
Camino hasta donde supuestamente estaba el baño, pero terminé en aquella sala en la que él y yo nos encontramos esta noche. Entré despacio y comprobé que no había nadie ahí. Cerré la puerta como él me pidió, busqué los auriculares y la computadora. Introduje la clave tras encenderlo y comienzo a hackear el sistema de aquel lugar, aproveché de una vez para conseguir tener acceso a su computadora cada vez que yo lo desee sin dejar rastro alguno y no me doy cuenta de que llevaban hablándome desde hace un momento.
—Dakota, responde.
—Lo siento. Ya estoy en posición.
—¿Por qué tardaste?
—Había mucha gente cerca. Ya tengo acceso, ¿qué necesita que hagas, jefe?
—Sé nuestros ojos.
—Entendido.
Suspiro al ver que no me han descubierto, puesto a que estuve cerca de hacer que me buscarán y me encontrarán hackeando la computadora del jefe. Miro las cámaras como me ha pedido para no hacer que sospechen nada malo de mí.
—¿Ves algo?
—Nada, jefe. Todo está en orden por ahora.
—No dejes de vigilar.
—No lo haré.
Dejo de hablar e intento seguir hackeando un poco su sistema. Consigo enviarme toda la información que necesitaba, eso era todo lo que podía hacer por ahora, ya que debía estar vigilando las cámaras y seguir fingiendo ser una de ellos. Cuando llegue a casa tendré tiempo suficiente para revisar cada uno de los archivos que tenga su computadora.
La imagen de Jeison, el hermano de Jessica, mi loca compañera, viene a mi mente. El sujeto es sexy, pero no tanto como el idiota de mi jefe. Miro por las cámaras y encuentro algo sospechoso.
—Jefe.
—¿Qué?
—Hay unos hombres junto a una pareja actuando muy extraño.
—¿Quiénes?
—La mujer llevaba un horrible vestido de color púrpura, podrás identificarla rápido, puesto a que su vestido es horrible.
—Vaya manera de dar especificaciones, Dakota.
—Tú cállate Richard o estarás muerto.
—Me callo.
—Bien, ya es suficiente ustedes dos y concéntrense en esto.
Me concentro en aquellas personas a través de las cámaras y veo como el jefe se acerca con Jessica para saludarlos. Todos ellos fingen estar muy sonrientes y alegres por la vela. No les quito la mirada de encima hasta que llega un correo privado al jefe. La curiosidad me mataba y como estaba aburrida terminé abriendo el mensaje. Mis ojos se abren mucho al ver el contenido. Carraspeo y cierro el correo de golpe cuando escucho que abren la puerta de donde yo estaba.
—Por poco.
Consigo murmurar sin que me escuchen. Me sorprendo al ver que era el jefe. Miro las cámaras y finjo que no ha pasado nada, ya que él debería de estar con Jessica y los demás en aquella sala donde abundaban los invitados.
—¿Qué tienes?
—Nada. ¿Encontraste algo?
—Nada. Richard está vigilando a ese grupo junto con Jessica.
—Mmm.
—¿Qué?
—Nada.
—Habla.
—No es nada que le importe.
—Dilo.
Miro al hombre que tenía frente a mí y me quito el audífono de mi oído. Hago señas para que él también se lo quite y lo apagamos por unos momentos.
—Sin querer he visto un correo que te ha llegado.
—Eso suena a que estuviste de chismosa.
—No soy una chismosa.
—Ah. ¿No? ¿Y por qué miraste mi correo?
—Me ganó la curiosidad. Como sea… Debes revisarlo, parece ser que es un caso confidencial.
—Lo veré después. Si es confidencial, entonces mantén tu boca en silencio.
—No soy una bocona si es lo que está diciendo.
—No lo dije yo.
—Como sea.
Lo ignoro y me concentro de nuevo en las cámaras tras ponerme el audífono para oír lo que Richard y Jessica decían.
—Dakota estás advertida.
—¿Advertida de qué?
—Deimos es mío.
Miro al jefe que estaba a mi lado y quien pudo oír perfectamente lo que aquella mujer loca ha dicho y sonrío disimuladamente al ver que él no expresa ninguna emoción de interés en ella.
—Me temo que no por mucho.
—¡Tú!
—Las dos concéntrense en esto y no soy una propiedad. ¿Fui claro?
—Claro como el agua, jefe. Pero creo que a tu novia psicópata no.
Deimos me mira enojado por llamarla nuevamente psicópata, pero no dice nada mientras que Jessica si se queja a través de los audífonos.
—No veo nada interesante. Creo que ha sido una falsa alarma.
—Algo pasa, vigila y no te detengas.
—Bien.
Durante quien sabe cuánto tiempo nos quedamos mirando la computadora en silencio y no se obtuvo nada hasta que la mujer con el vestido de púrpura se ve en movimiento. Miro al jefe y este estaba concentrado en algo de su teléfono. Amplío la imagen de la cámara que daba directo a ella y observo que estaba muy cerca de nosotros. Miro rápidamente hacia el jefe y dejo la computadora a un lado para después empujarlo a él contra el sofá. Deimos se sorprende por mi acción y justo cuando estaban por abrir la puerta ya me encontraba encima de él en una posición muy sugerente.
—Oh. Lo siento, no quise interrumpir.
—No pasa nada.
Me puse de pie y aliso mi vestido sin dejar de sonreírle a la mujer.
—Estaba buscando el baño, creo que no es aquí.
—Dos puertas más adelante.
—Ya veo. Gracias y de nuevo lamento interrumpir.
—No hay problema.
La mujer cierra la puerta y nos deja a solas. Suspiro con fuerza y miro al idiota de mi jefe que no se ha inmutado para nada.
—Por poco.
—Fuiste rápida.
—Claro.
Tomo la computadora de nuevo y continúo mirando las cámaras para fingir que nada ha pasado entre nosotros dos.
—Richard.
—¿Sí?
—El hombre que estaba con esa mujer del vestido púrpura ha salido por el pasillo de la izquierda y parece muy sospechoso. Ve tras él, pero ten cuidado.
—Enseguida.
—Parece que yo estaba en lo cierto. Esas cuatro personas de antes han sido muchos sospechosos. Iré tras la mujer.
Le entrego la computadora a Deimos y antes de que él me sostenga de la mano para impedir que la siga, ya me había alejado de él. Caminé hasta el baño y ella estaba ahí.
—Perdón por interrumpirlos.
—Descuide, no pasa nada.
—Su esposo es muy atractivo.
—Lo es.
Sonrío molesta por tener que aceptarlo como si nada. Ya había visto las cámaras y sabía que en los baños no había, pero sabía que podían oír nuestra conversación por el auricular.
—¿Llevan mucho tiempo casados?
—No mucho. Nos casamos hace poco.
—Los matrimonios recién casados suelen ser muy apasiónales.
—Tiene razón. ¿Y usted está casada?
—Lo estoy. Llevo cinco de casada.
—Vaya, es mucho tiempo.
—No tanto como otras parejas, pero se puede decir que sí.
—Yo la verdad no sé cuánto dure mi… Matrimonio.
—Espero que dure mucho.
—También yo.
Entro en el baño y ella continúa hablando como si nos conociéramos de toda la vida.
—¿Cómo te llamas?
—Anabel.
—Bonito nombre.
—¿Y el tuyo?
—Luisa.
—¿Llevas el apellido de tu esposo o el de soltera?
Ella me mira por unos segundos con desconfianza y le sonrío antes de hablar para no romper con la charla y así saber más de ella.
—Lo siento. Siempre le pregunto eso a las mujeres casadas que conozco, yo aún llevo el apellido de soltera y no sé si deba cambiarlo.
—El de casada.
—¿Crees que deba cambiar mi apellido? Digo, mi esposo no se ha quejado de eso, pero creo que mi apellido es más elegante que el suyo y dudo mucho que él acepte llevar mi apellido. No es tan común que el hombre sea quien cambie su apellido.
—No lo es.
Pude escuchar a través del auricular como Richard se ríe por mi comentario sobre la “posibilidad” de que el gran Deimos cambié de apellido por una mujer. Algo ridículo, pero se supone que estaba en cubierto y debía seguir con la conversación.
—No he conocido a ningún hombre que decidiera llevar el apellido de su esposa. Creo que deberías preguntarle a tu esposo si desea hacerlo para que tú no lo hagas. Nunca se sabe qué sorpresas puedes llevarte.
—Es verdad. Nunca se sabe qué pueda pasar. Creo que hablaré con él al respecto.
—Buena suerte. Adiós.
—No la dejes ir, es una asesina de la mafia.
Grita el jefe por el auricular.