116 Henrry y sua mentiras

Llevaron a Henrry a una de las casas de campo de Marino y de inmediato lo condujeron a la sala de juegos, donde el narco se encontraba. Marino estaba con otros dos hombres de confianza y el Tigre jugando billar.

Obligaron a Henrry a sentarse en un sofá, había silencio en esa sala, a excepción del ruido producido por las bolas al colisionar unas contra otras y contra los bordes de la mesa.

Pasaron como dos minutos, los cuales fueron eternos para Henrry. La frente le comenzó a sudar y su corazón palpitaba a millón, la espera era por si sola una tortura, aunque en sus adentros estaba maquinando el modo de salir ileso de esa situación.

El silencio de Marino era tan atormentador como tener una pistola apuntándole a la cara.

Toda su vida había sido un calavera, sabía cómo pensaban y actuaban, especialmente con loa traidores… él era uno de esos, había fallado, había traicionado al más importante de todos los calaveras, se había acostado con su mujer; Henrry presentía que Marino ya lo sabía
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