Capítulo ciento ocho. Felicidad prestada
NUEVA YORK
Por un momento Jahir pensó que lo ocurrido con Scarlett no era más que un sueño. Bonito, pero sueño, al fin y al cabo.
Había creído que el cansancio de la noche anterior lo había vencido y que en sus locos anhelos había soñado haciéndole el amor; sin embargo…, el peso sobre su brazo y el caliente cuerpo a su lado, le hizo abrir los ojos para encontrarse con el rostro dormido de Scarlett.
El corazón de Jahir dio un vuelco, cerró los ojos y maldijo por lo bajo. No había sido un sueño, en realidad ellos…, habían hecho el amor. Un fuerte escalofrío lo sacudió, pues sus buenas intenciones de cuidar y proteger a Scarlett como lo hace un amigo se habían ido al traste. ¿Cómo iba a verla con otros ojos ahora? ¿Cómo sería capaz de renunciar a ella después de su entrega? ¡Él no podría hacerlo! Jamás podría continuar con su camino, volver a Abu Dabi y olvidarse de ella.
Jahir cerró los ojos y apretó los dientes con tal fuerza, que creyó que iba a partírselos por la presión que ejercía.