Capítulo ciento cuarenta y dos. Nuestra entrega

Nayla sintió los azotes tan reales, como si de nuevo estuviera siendo golpeada por aquel látigo que marcó su piel.

—Nayla —la voz de Ahmed, junto a la caricia sobre su rostro la sacaron de sus cavilaciones y la trajeron de nuevo a la realidad.

—Ahmed, yo…

—Shhhh —el dedo masculino le hizo guardar silencio cuando se posó sobre sus labios—. No hay pasado, Nayla, solo somos tú y yo —murmuró.

Ella tembló y tomó la mano de Ahmed cuando él se la volvió a ofrecer y la llevó a la cama. El cuerpo de Nayla cayó con suavidad sobre las sábanas y pétalos de rosas, mientras Ahmed apartó las prendas de su propio cuerpo, se acercó a ella y la cubrió totalmente, haciendo que sus cuerpos se rozaran entre sí.

—Solo somos tú y yo —repitió con voz ronca.

Ahmed no le dejó responder, ocupó su boca nuevamente, fue un beso casto y tierno. Un beso que empezó a cambiar conforme Nayla se abrió para él y le correspondió.

Ahmed profundizó el beso, enredó su lengua con la lengua de Nayla, él saqueó la boca femenina
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