Capítulo: Trampa de traidores

Los ojos de Bianca se horrorizaron al mirarse en aquel video, llevó las manos a la cabeza, lanzó un bramido, se echó a llorar, asustada.

Los invitados estaban perplejos, murmurando, conmocionados, incrédulos.

Bianca se acercó a Emerson.

—¡Emerson, no es lo que crees! —esas palabras le repugnaron—. ¡Soy inocente! Eso es… ¡Una mentira, debe ser un video montaje! ¡Fuiste tú, Anya! —exclamó apuntándola con el dedo

—¡Cállate! —exclamó Anya

Emerson estaba mirando a Chad, el hombre hundió la mirada, temblorosa, escuchando los gritos de su madre que golpeaba su espalda con furia, reclamando que arruinó su futuro.

—¡Siempre has amado a Emerson como un hombre! Por eso creaste esta trampa, ¡no le creas, Emerson! Es una trampa para desprestigiarme, Anya te ama y está celosa de mí, por eso quiere separarnos —Bianca cayó de rodillas a sus pies, suplicando.

—¡Aleja tus sucias manos de mí! —exclamó Emerson, ella miró su odio, se soltó de él, asustada, ese hombre que era siempre tierno y un caballero con ella, parecía transformado en el mismo demonio ahora.

Emerson se fue contra Chad, lo tomó del cuello, logró elevarlo un poco del piso, los ojos de Chad le miraban con horror, pronto le dio una paliza, golpes en el rostro, en la cabeza, en el cuerpo.

Chad no pudo ni meter las manos, chillaba en el suelo como un bebé, los guardias intervinieron, mientras la mayoría de los invitados se marchaban ante el escándalo.

—¡Ya basta, por favor! —suplicó la madre de Chad al ver a su hijo inconsciente en el suelo, bañado en sangre.

Solo en ese momento Emerson se alejó.

Bianca se acercó a él, se arrodilló de nuevo, se abrazó a sus piernas.

—¡Soy inocente, Emerson, créeme! Perdóname, no era consciente de lo que hacía, déjame explicarte…

Emerson no quería mirar sus ojos, sentía tanto dolor, la despreciaba, cuando por fin se dignó a mirarla, su mano pellizcó su mejilla con furia.

—Deja de hablarme, aléjate de aquí, y vete, serpiente venenosa.

La soltó y la empujó, la mujer dio al suelo, lloró con un lamento que asustó a todos.

Emerson hizo una señal a sus hombres, la tomaron de los brazos, ella gritó.

—No oponga resistencia, la llevaremos a su casa.

Bianca respiró.

«¿Va a perdonarme? Quizás aquí no, pero en casa podré convencerlo, él me ama, me adora, ve por mis ojos, lograré su perdón», pensó confiada, dejó de llorar, y fue con ellos.

La madre de Anya se acercó a su hija.

—¿Qué es esto, Anya? Lo sabías, ¿verdad?

Anya asintió despacio.

—¡Debiste decírmelo! Mira lo que has hecho, ¡arruinaste todo!

—¿Yo? —exclamó incrédula, su madre Hanna podía ser abnegada, pero le importaba la opinión ajena—. Has destrozado nuestra reputación.

—¡¿Cómo te atreves!? Ellos son traidores, ¿preferías que siguiéramos con traidores?

Su madre estrujó sus brazos, la miró severa.

—No mientas, diciendo que lo hiciste por ti, sabes lo que has hecho, has arruinado el matrimonio de Emerson, sabes bien por qué lo hiciste, ¿acaso no entiendes que él es tu hermano? ¡Ese amor es imposible, es prohibido! Él nunca te amará —exclamó severa, en voz baja.

Bill consolaba a su hijo.

Anya se alejó unos pasos de su madre.

—¡Déjame en paz! —gritó histérica, de pronto su mirada se nubló, se derrumbó en el suelo, perdió el conocimiento.

Hanna gritó asustada.

—¡Anya! —Emerson gritó con angustia, la cargó en sus brazos, lamentó verla tan afligida.

Volvieron a la casa, Anya estaba en su alcoba, el doctor la examinaba.

Emerson estaba en el salón con su padre y madrastra.

—No debieron hacer esto, Emerson, no sin decirnos; la boda estaba lista, incluso los periodistas iban a hacer un reportaje sobre el amor de Anya y Chad.

—¿Qué amor, Hanna? Nos dimos cuenta a tiempo, antes de que Anya arruinara su vida, deberías estar feliz.

—¿Y si Anya está embarazada?

—¡¿Qué?! —exclamó Emerson con una mirada severa y asustada.

—Bueno… no lo sé, si es así, Anya debe perdonar a Chad, porque será el padre de su hijo.

Emerson sintió que se volvía loco, dejó el salón, y corrió a la habitación de Anya.

Entró y miró a Anya recostada, el doctor estaba hablando con ella.

—¿Qué es lo que pasa?

—La presión se le bajó, y eso provocó el desmayo.

Emerson tenía una mirada fija sobre Anya.

—Bien, déjenos solos, doctor.

El doctor salió enseguida.

Anya miró a Emerson.

—Lamento esto, Emerson, no quería arruinar tu matrimonio…

—¿Estás embarazada? —exclamó Emerson mordiendo las palabras con ansiedad.

Ella abrió ojos enormes.

Anya se sintió incómoda, bajó la mirada.

Él tomó su barbilla con suavidad.

—Dímelo, por favor.

—No estoy embarazada.

—¿Y no hay alguna mínima posibilidad? Confía en mí.

—No la hay, no he estado con Chad, ni con ningún otro hombre.

Emerson aclaró su garganta, se sintió nervioso ante sus palabras. Asintió

—Debo irme.

—¡¿A dónde?!

—Firmaré mi divorcio.

Emerson intentó irse, cuando sintió esa mano que lo tomó con fuerza.

—¡No te vayas, Emerson! Quédate conmigo.

Él miró sus ojos, acarició sus cabellos, prometió que volvería, soltó su mano y se fue de ahí.

Anya tuvo miedo de que Emerson perdonara a Bianca.

***

Emerson llegó hasta su casa, iba con su inseparable jefe de seguridad, el señor Hank, quien desde niño estaba a su lado, le miró por el espejo retrovisor.

—Ella está adentro, todo está listo. —dijo, mientras las puertas del gran portón se abrieron.

Emerson asintió. Bajó del auto con esos papeles en la mano, subió la escalera y entró.

Bianca estaba sentada sobre el sillón, con el maquillaje corrido, el rostro bañado en lágrimas, y las manos temblorosas.

Se levantó como resorte al verlo. Corrió hacia él, cuando quiso tocarlo, él lanzó tal mirada que la hizo retroceder.

Emerson lanzó unos papeles sobre la mesa.

—Son los papeles de divorcio, fírmalos ahora, te vas tal como llegaste a mí; sin nada.

La mujer se arrojó a sus pies, lloró.

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