El aire fresco de la mañana seguía filtrándose por la ventana cuando decidí darme un baño rápido. Sentía la piel pegajosa por el sudor de la pesadilla y necesitaba quitarme de encima esa sensación de angustia que todavía me oprimía el pecho. Caminé hacia el baño y abrí la ducha, dejando que el agua templada corriera sobre mi cuerpo. Cerré los ojos mientras el vapor llenaba el espacio, y traté de concentrarme solo en el sonido del agua golpeando el suelo de mármol.
No podía seguir dejándome arrastrar por un sueño, por muy real que hubiera parecido. Tenía que vivir en el presente. En lo que sí recordaba. En lo que tenía ahora.
Salí del baño envuelta en una toalla, con el cabello húmedo cayendo en ondas desordenadas sobre mis hombros. Fui al vestidor y, sin pensarlo mucho, tomé un vestido rosado de algodón, sencillo pero bonito, que caía sobre mi cuerpo con suavidad. Me peiné con los dedos frente al espejo y me puse unas sandalias planas. Nada elaborado. Sólo quería sentirme… normal.
Baj