Capítulo 4: Propuesta disparatada

Quizás una mosca se metió en mi oído, tan pero tan profundo que afectó mi capacidad auditiva. Este hombre, este deplorable hombre me estaba diciendo el más grande disparate posible. Según él estábamos casados. Hago lo que mi cuerpo me pide hacer. Tomo el acta y la rompo por la mitad.

—No he leído nada. Nada ha pasado aquí — afirmo.

—¿Piensas que cambiarás algo con tu rabieta? — se burla Leonel de mí — Te di una copia, y por más papeles que rompas, todo está digitalizado.

¿Digitalizado? ¿Cómo? ¿Por qué? El cuello me escuece por la soga imaginaria que tengo en este.

—¿Tuviste un brote psicótico? ¿Amnesia? ¡¿Cómo no has disuelto este matrimonio?! — le reclamo.

Leonel finge que está recordando algo, después me sonríe.

—No me interesaba hacerlo. Nos íbamos a casar eclesiásticamente también, tú fuiste la que huyó.

—¡Hui porque me engañaste! ¡No hemos convivido como esposo y esposa por esta década! ¡Aterriza! — sigo exclamando.

—Si tan interesada estuvieses en nuestra separación, habrías introducido el divorcio por tu cuenta.

Clara Santos estaba hablando con una pared. Una con la mueca de triunfo más molesta de la vida.

—Nada de lo que hablas tiene sentido para mí — escondo mi cara en mis manos.

Me duele la cabeza del tiro. Haber estado casada todo este tiempo con Leonel es un disparate. ¿Cómo podría ser este matrimonio válido siquiera? De serlo o no, algo tenía muy en claro, y eso era que Leonel había venido a mí en son de guerra.

Quería algo de mí, y eso me costaría lágrimas de sangre a este paso. Esto fuese legal o ilegal, Leonel se encargaría de usar su dinero para lanzarme al infierno.

—Sea a lo que sea que estés jugando, no es divertido. Déjame en paz — pido todavía con mi rostro escondido.

Nada que este hombre me pidiese podría hacerme cambiar de idea. No quería nada de él. Solo su ausencia.

—Leonor quiere verte antes de morir.

El dolor de mi cabeza se incrementa, es peor cuando salgo del escondite de mis manos y observo la expresión de Leonel. Su sonrisa ha desaparecido.

—¿Qué le ocurre a tu abuela? — pregunto desconcertada.

La matriarca Leonor era un roble. O lo era antes de cortar comunicación con ella. Lo hice porque no confiaba en sus intenciones. Comencé a desconfiar de todos los Brown al escuchar la confesión de Leonel. ¿Por qué esa mujer me había protegido a mí específicamente por tanto tiempo? No estábamos conectadas de ninguna forma, no la conocía antes de que mis padres muriesen.

Ella hacía caridad a orfanatorios y casas hogar, se fijó en mí y me auspició. Pasaba una mensualidad a las familias en las que era hospedada temporalmente. Se ofreció a pagarme la universidad, pero también me pasó el dato de que según Leonel estaba enamorado de mí, que debería aceptar su propuesta antes de comenzar con mis clases. ¿Para qué? ¿Por qué? No tenía el más mínimo sentido para mí.

Así que me alejé por mi propia seguridad, por mi propia estabilidad. Aun así, que me diga que va a morir es, algo que no quiero sea real.

—Cáncer, fue detectado en fase IV. La expectativa de vida es de un año en su caso.

Sé que Leonel es un mentiroso, me mintió sin remordimiento por el tiempo de nuestro noviazgo. Sin embargo, no creo que sea capaz de mentirme sobre la salud de su abuela. Su expresión es diferente, es cruda y adolorida detrás de la dureza de sus ojos.

Leonor iba a morir en un año. Me afecta más de lo quiero. Pero, seguía en mi misma posición. Cedería un poco, solo un poco.

—Puedo verla una última vez Leonel. En agradecimiento a su intervención con mis tutores. Nada más eso. Es innecesario que pretendamos ser un matrimonio.

—No es suficiente. Acepta mi propuesta — responde olvidándose del dolor.

Si mi ofrecimiento no le era suficiente, aquí se estaba cocinando algo más.

—¿Podrías sincerarte conmigo por primera vez en tu vida? ¿A causa de qué debería seguir tu estúpido plan?

Iniciamos una lucha de miradas que no voy a perder. Nos quedamos viendo por varios minutos. Sin pestañear.

—El jefe te está llamando Clara. ¿Qué le digo? — interviene incómodo Mario que se ha acercado a nosotros.

—Qué espere — responde Leonel como si le estuviesen preguntando a él, y el colmo, después se saca de la chaqueta un billete y se lo pasa a Mario.

Mario lo abre, casi se le salen los ojos de la emoción. Yo frunzo mi ceño.

—Te cubro en esta Clara, ustedes sigan con su charla — dice y se marcha.

—Ya veo que tu costumbre de comprar a la gente no se ha disipado con el tiempo.

—Ya veo que tu terquedad tampoco.

—Habla todo lo que quieras, no cederé sin una excusa que me parezca lógica — aseguro.

Leonel cierra los ojos rendido. Luego se enfoca en mí.

—Leonor anuncio que dependiendo de cómo su vida se desarrolle este último año, cambiará su testamento. Beneficiará a quienes le hagan feliz — termina de revelar.

Esta vez le creo. Interés, era obvio que el sucio interés era el que había traído a Leonel de regreso a mi vida. De verdad, el tiempo no le había cambiado. Seguía siendo el mismo interesado.

—Mi propuesta sigue siendo la misma. Organiza una visita con Leonor — cruzo mis brazos — Y lo del matrimonio, encontraré un abogado que me ayude a acabar con este disparate.

Leonel se rinde definitivamente. Se pone de pie, y esta vez saca de su chaqueta una tarjeta de contacto. Me la aproxima desplazándola por la mesa.

—Este disparate se acabará cuando yo quiera que se acabe. Suerte tratando de divorciarte de mí — anuncia y procede a marcharse.

Tomo la tarjeta negra y llena de rabia estoy a punto de partirle por la mitad también.

—No la rompas, la necesitarás, créeme— habla de espaldas a mí, largándose de mi vista.

Así Leonel se termina de ir, dejándome un acta de matrimonio rota, un anillo de compromiso, una tarjeta de negocios y un tic en mi ojo izquierdo.

…….

Hoy se suponía que sería un buen día, uno especial, porque salía temprano del trabajo. Justo para recoger a mi Sarita del colegio, preparar sus hamburguesas caseras favoritas y ver películas. Pero no he podido concentrarme y relajarme cocinando. ¿Cómo hacerlo cuándo tenía a ese indeseable queriendo perturbar mi paz mental?

Estrello el cuchillo en contra de la tabla de picar con tanto ímpetu que las papas que estaba cortando, saltan por todo el mesón.

—¿Por qué estás molesta mami? — indaga asustada Sara.

Ella estaba a mi lado, montada sobre un banquito para estar a un buen nivel del mesón, y encargándose de hacer el aderezo que más le gustaba. Básicamente mezclando mayonesa, pepinillos y cualquier otro ingrediente que le provocase. Solíamos cocinar juntas cuando teníamos tiempo libre.

—No estoy molesta mi chiquita. ¿De dónde sacas eso? — miento recogiendo las papas que cayeron al piso también.

—Estás golpeando todo y poniendo caras feas — dice mi hija.

Me toco la frente arrepentida de que me haya visto así. Esto era lo que pasaba con los niños, de un día para otro crecían tanto y te analizaban con tanta precisión, que estás en riesgo.

—Lo siento, me fue mal en el trabajo — hablo tratando de continuar con lo de las papas — Pero me concentraré y nos prepararé la mejor de las hamburguesas del mundo, mundial y-

—¡Se queman las hamburguesas! — señala preocupada Sara a la sartén.

La sartén con efectivamente, nuestra carne de hamburguesas negras de lo chamuscadas que estaban. Apago la cocina lo más rápido que puedo, y ni eso alcanza. Las remuevo con un tenedor y esto no había como salvarlo.

—¿Qué vamos a comer ahora? — se queja con el corazón roto mi hija.

Me rindo con esto de preparar comida en este estado de ánimo, y hago una mejor propuesta.

—¿Pedimos a domicilio McDonald's? — le sonrío.

Sara se emociona con la idea, le encantaban las papas fritas y ni hablar del juguete de turno en la Cajita Feliz. Hago el pedido por mi celular sentándome en el sofá y con Sara hablando de su colección de juguetes del restaurante.

Entre descripción ridículamente detallada de juguete y otro, aprecio su cara llena de felicidad. Y busco calmarme. Sara no se parecía tanto a Leonel, era mi clon y así me lo habían dicho al cansancio. Si su manía de no romper lazos continua y me llegaba a hacer preguntas sobre mi hija, le inventaría cualquier mentira, que estuve con muchos más hombres sin protección, que su papá estaba muerto, lo que fuese y se me ocurriese. No podía enterarse de la verdad, de hacerlo, usaría al tesoro más grande mi vida para hacerme daño. Tenía esa terrible certeza.

……

Después de la primera película, Sara cayó rendida del sueño en mi regazo. Razón por la que tuve que llevarla a su cuarto y acomodarla para que durmiese. Ahora me tocaba limpiar lo que había ensuciado en la preparación fallida de las hamburguesas caseras.

O eso es lo que quiero hacer, porque oigo golpes en mi puerta. Me asomo a la ventana al lado de la puerta, y remuevo la cortina para confirmar quién está allí. Es Selena. Le abro.

—¿Acostaste a Sara para que termines de contarme la verdad de tu novela? — pasa con una línea muy confiada.

Selena llevaba su uniforme, le tocaba otro evento tarde este día. Cierro la puerta sin muchas ganas de hablar.

—Desconozco de qué me hablas — niego con inseguridad y voy recogiendo los restos de McDonald's que quedaron por mi pequeña sala.

—Doble turno con Mario, y me contó del hombre que te buscó en la fiesta de temprano. También de cómo le dio un billete de 100$ para que los dejará hablando solos. Eso no es normal, menos con lo de la otra mujer, la de la boda, debía tener la casa de mi madre y la de la vecina en joyas puestas — argumenta con sus manos en la cintura.

Echo a la basura los restos de papel, y cartones. Luego me voy a guardar la carne quemada y el resto de las papas crudas en la nevera, ya vería qué hacer con eso. También dudo de lo que le diré a Selena.

—Clara… — ella se ha puesto a mi lado y toca mi hombro con cariño — ¿No somos amigas? Me puedes contar lo que sea y nunca te criticaré, te ayudaré.

Todo este tiempo pensé que no hablar de Leonel, era borrarlo de mi vida. Por eso a nadie se lo mencioné, nunca, ni a ningún Brown. Pero, se presentó de nuevo a esta, y con una evidente amenaza. Tendría que actuar tarde o temprano sobre él.

—Es una historia larga…

—Me gustan esas, lo sabes bien — sonríe.

Me decido por contar mi versión de la historia a mi amiga. Me recuesto de mi refrigerador, ella mete las manos en su bolsillo. Sé que no se espera lo que le diré. La inmensidad de lo que le diré.

—¿Una aventura de verano? ¿Un fan enamorado? ¿Quién era el tipo ese? — la curiosidad la mata.

Aquí vamos.

—Mi esposo. Leonel es… mi esposo — digo con la garganta sabiéndome a amargo.

Ah, y con Selena a punto de un infarto.

Paola Yu

¿Se esperaban que esto fuese lo que quería Leonel? ¿Ustedes qué harían si fuera Clara? Las actualizaciones serán de lunes a viernes por febrero. ¡Gracias por el apoyo queridas lectoras!

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