Kalid caminaba con pasos firmes hacia el despacho de su padre, donde la presencia del patriarca de los Al-Rashid era casi palpable, incluso antes de abrir la puerta. Al entrar, encontró a su padre sentado detrás de un escritorio de madera maciza, observando con atención unos documentos. Su semblante autoritario y su postura recta eran suficientes para imponer respeto a cualquiera.
—Kalid, ¿a qué debo tu visita? ¿y porque no has traído a tu hermano?—pregunta el patriarca sin levantar la vista, aunque su voz grave llevaba un tono de impaciencia.
Kalid se detuvo frente al escritorio, tomando un momento para ordenar sus pensamientos antes de responder a su padre.
—Padre, es sobre Hades hay un problema con él —comenzó, su tono serio y controlado—. El ha cambiado totalmente.
Eso captó la atención de su padre, quien levanta la mirada con una ceja arqueada.
—¿Hades? ¿Qué ha hecho ahora?
Kalid respira hondo antes de soltar la bomba.
—Se comprometió con una omega, padre. No solo eso, la embaraz