La habitación que Amón había preparado para Hades y Elena era mucho más romántica de lo que cualquiera de los dos había imaginado.
Ambos quedaron asombrados por los detalles. Las paredes estaban cubiertas con tapices de suaves tonos dorados y marfil, y las lámparas emitían una luz cálida que iluminaba el espacio con una atmósfera íntima y acogedora.
El centro de la habitación era una cama enorme, cubierta con sábanas de satén blanco y almohadas mullidas. Sobre la cama, había pétalos de rosa dispuestos en forma de corazón, un gesto inesperado que hizo que Elena se sonrojara. En una mesa cercana, una botella de vino tinto y dos copas esperaban, acompañadas por un pequeño plato de frutas frescas. Las ventanas abiertas daban al jardín iluminado por la luz de la luna, y una suave brisa traía consigo el aroma de las flores nocturnas.
Hades dejó escapar una risa suave, claramente impresionado por los besos que su Omega dejaba en él.
—Me sabes tan deliciosa.
Elena asintió, todavía admirando e