Abro y cierro la boca, varias veces, sin encontrar la voz.
Observo a mi loco marido (¡Futuro ex esposo!) de pie y empapado bajo el alero de la entrada. Tiene el cabello apelmazado contra la cabeza de lo mojado que está y la ropa, que se le pega al cuerpo, está goteando y haciendo un pequeño charquito sobre el tapete de la entrada.
Se tambalea ligeramente, mientras se sostiene a los bastones y no puedo evitar mirar su pie, envuelto en una bolsa de basura que cubre la parte externa de su chándal ancho. También sostiene una bolsa blanca y me sonríe con descaro, mientras sus ojos verdes no pierden detalles de mi estupefacción.
Algo en mi vientre se aprieta con fuerza y no puedo evitar recoger los dedos dentro de mis bailarinas.
—¿Te comió la lengua el ratón, ángel?
Exhalo, hasta llenar mis pulmones.
—¿Qué diablos haces aquí? — parpadeo, confundida.
—Creí que querrías algo de comer — alza ligeramente la bolsa que sostiene y vuelve a bajar la mano para sujetarse al bastón. Da un s