Mi hijo es sorprendente. Ni siquiera en mis sueños más locos pude imaginarme que él después de morder a su padre, aunque Alondra lo cargue, me extienda los brazos a mí mientras se ríe, como si supiera lo que ha hecho.
— Eva… — dice Arnold y de inmediato cubre su boca aturdido por lo que acaba de suceder.— No lo puedo creer. — dice Alondra y yo veo como mi hijo se acuesta en mi pecho como el ángel que es.— ¿Qué es lo que no puedes creer? Le diste una orden. — pregunta Arnold con molestia.Miro a mi hijo que apenas toco su rostro, lo levanta como si ese toque fuera la orden para que él me mire y sin duda, me derrito ante el rostro angelical de mi bebé, un niño que soportó tanto estrés y nació sano.— Parece que lo has entrenado, Eva. — dice Arnold.— ¿Será que mi hijo naci&oac