Mi cuerpo se tensiono, ni siquiera en la locura más grande que yo pueda estar permitiría que mi hijo sea llevado a un campo de concentración para ser algo que no me gusta. Con Arnold no tuve opción, pero, con mi hijo, sin duda, me negaré.
— Estás loco, Arnold Krick.— ¿Por qué lo estaría? Los hijos siempre heredan los puestos de los padres, así sucede en las empresas importantes o cualquier negocio pequeño. Es algo que nuestros ancestros han hecho hasta ahora, por eso, yo tengo este negocio.— ¿Eres feliz asesinando y esforzándote por no morir? — pregunto y él sonríe tan hermosamente que por breves momentos se me olvida que es el jefe de la mafia.Arnold besa mi hombro y yo siento que nos hemos desviado del entrenamiento que se supone es importante para poder defenderme.— Arnold, responde.— Me gusta, disfruto muc