Rafael lanzó su maletín en su escritorio, algunas marcas debajo de sus ojos dejaba claro que no había dormido nada.
Por más que quisiera dejar de pensar en Abigail, le era imposible.
Por más que lo pensaba, estaba completamente seguro que ella había hecho algo en él, porque de otra manera no era normal que no pudiera dejar de pensarla, no era normal que no la sacara de su cabeza ni siquiera un segundo.
Estaba completamente perdido por ella, estaba realmente perdido y no sabía si eso era bueno o malo.
Se sirvió un trago y al momento escuchó la puerta de su oficina, escuchó cómo los tacones razonaban a cada paso.
No había que ser adivina para saber quien era, reconocía la perfección esa rudeza con la que caminaba.
—¡Qué agradable es verte! —dijo ella con ironía—. Pensé que no te iba a ver de nuevo. Quien sabe hasta cuándo.
—Deja de exagerar —él respondió con desdén.
—Veo que estás sacando tu verdadera cara. ¿Crees que estoy exagerando Rafael? Porque la realidad es otra. No, no es