Capítulo 7.

Aitana siente como todos los ojos se centran en ella, era la atracción principal de todo este ridículo.

— Dime ¿qué demonios estás haciendo aquí?—  Grita él al mismo tipo que se acerca de forma amenazante en dirección de la rubia.

— Oye no le grites así… — Lore se levanta de la silla para querer defender a su amiga.

— ¡Cállate!—  grita Santiago esta vez refiriéndose a Lore y en ese momento baja la voz para asegurarse que su susurro solo sea escuchado por ella—  tú no te metas o ¿quieres que te quite  la pequeña placa de juguete por la que tanto batallaste en un solo chasquido de dedos?— cuestiona el hombre.

En ese momento Aitana se levanta tomando la mano de Lore que se había vuelto un puño, y seguro se iba a impactar directamente en la cara de Santiago.

— Déjala tranquila, aquí estoy, ¿qué quieres?—  Cuestiona ella— solamente estoy tratando de tener una comida en paz.

— ¿Una comida en paz?—  Cuestiona a Santiago al mismo tiempo que la toma de la muñeca y comienza a jalarla— no, tú te vas conmigo, tú tienes que estar en tu casa ahí es a donde perteneces, no aquí envuelta de ideas de esa pequeña enana que siempre te pone en mi contra…

Aitana  pone los ojos en blanco ante la estupidez que ese hombre acababa de decir, pero siente que su cuerpo es jalado de forma brusca en dirección de la salida.

—No espera, no me jales… espera— Comienza a decir al sentir su muñeca apretada y la mirada de todos los presentes sobre ella y no solo eso, sino que varios habían puesto sus celulares a grabar, esto sería una bomba en los medios.

—Puedo caminar yo sola —dice Aitana, al mismo tiempo que siente su rostro hacerse de un tono granate al observar que todos están atentos al arrebato de rabia de Santiago.

—¡Espera, espera! —dice Lore, desesperada. Sin embargo, Aitana se gira y le dice

—No, no, tranquila, yo puedo con él —dice con una sonrisa en los labios.

En el mismo momento en que sale por la puerta.

“ Desgraciado, todo fuera como solamente deshacerme de ti” piensa Aitana al mismo tiempo que es arrojada a la puerta del copiloto del auto deportivo de Santiago.

“Parece que es otra vida cada recuerdo de verte con amor” piensa Aitana sorprendida ante la falta de cariño que sentía.

Mientras tanto, Lore observa a la joven rubia alejarse en el auto deportivo color rojo granate, mientras el teléfono que su amiga había olvidado en la pequeña mesa vibraba sin cesar por decenas de llamadas de un número desconocido.

— ¿Hola?— Responde Lore.

— ¿Aitana?— Cuestionan del otro lado.

— Soy Lore, su amiga ¿qué pasa?

Bip bip bip

Habían cortado la llamada.

— ¡Me tienes harta, Santiago! —grita Aitana en el auto al mismo tiempo que escucha cómo el motor ruge al ser presionado el acelerador.

— ¿Te tengo harta? Se supone que me amabas, ¿no? Escúchame bien —dice Santiago con una voz filosa, casi asesina. —Tengo algo que decirte…

El hombre aprieta las manos en el volante.

— ¿Qué me tienes que decir? —lo interrumpe Aitana. —Ya me tienes cansada de no ser por mi padre, de no ser por mi amado padre —dice ella sintiéndose completamente impotente.

— Exacto, ese es el tema por el que necesito hablar contigo.

En ese momento, ante la frialdad de las palabras del que seguía siendo su esposo, Aitana se gira para observar el perfil de Santiago.

—No te conviene alejarme —declara Santiago apretando las quijadas, desviando solo un instante la vista al espejo retrovisor. —No te conviene, absolutamente para nada quedarte sola. Si no soy yo, ¿quién te va a ayudar? Porque ahora tu padre ya está muerto.

 La última palabra hace que Aitana sienta un choque de electricidad en todo su cuerpo.

— ¡No! ¡Mentira! ¡Eso no es cierto! —dice ella al mismo tiempo que se arroja en contra de Santiago haciendo que zigzaguee el auto en una carretera que ella desconocía por completo.

— ¡Ya! ¡Ya déjate de estupideces, Aitana! ¡Contrólate!

— ¡No! ¡Mi padre, no!

Santiago, a cómo puede, la arroja bruscamente de nuevo a su asiento.

— ¡Ya! ¡Vas a hacer que ambos nos matemos! Y créeme que no tengo ninguna intención de ver de nuevo a tu padre.

Aitana comienza a llorar desgarradoramente.

— ¡No! ¡No! ¡No pude salvarlo! ¡No pude!

—Escúchame bien —dice Santiago interrumpiendo su dolor. —Ponte el cinturón.

La indicación era fría calculada incluso era como si no se diera cuenta que acababa de dar una noticia desgarradora a la que era su esposa.

 — ¿Yo? ¡No! ¡No! ¡No importa! ¿De qué hablas? —cuestiona Aitana al mismo tiempo que se confunde más.

—¡Que te lo pongas, maldita sea! —grita él. —¡Nos vienen siguiendo! ¡Mira! ¡Observa!

Y en ese momento Aitana se fija por el retrovisor y, en efecto, un auto color en negro, deportivo también, viene haciendo cada uno de los movimientos como si fuera un acto reflejo del auto deportivo rojo de Santiago.

— ¿Quiénes? ¿Quiénes son? —cuestiona Aitana.

— ¿Y qué carajos voy a saber yo? —responde  frustrado Santiago. —¡Ponte el maldito cinturón ahora! —grita él, furioso.

 Aitana hace caso.

— Esta carretera es poco transitada, sin importar quien sea voy a perder a ese maldito— Susurra Santiago al mismo tiempo que da un giro en U , provocando que Aitana choque contra el cristal de la ventana con la cabeza.

Santiago había conseguido cambiar de dirección y de ruta.

Sin embargo, en ese momento Aitana solamente se cubre los ojos para continuar llorando.

—Padre, padre, te he perdido.

Sólo pasan unos segundos  y  llegan a un cruce listo para subir la carretera directo a una de las haciendas de la familia Moreno.

¡PUM!

Un impacto desgarrador llega de un costado de parte del lado del conductor, haciéndolos dar vueltas en forma de cero, una y otra vez.

— ¡No, no, no! —grita Aitana, temerosa, e instantes después todo se vuelve completamente negro.

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