Mi asistente consiguió cupo en el vuelo más cercano, así que fui directo al aeropuerto sin pasar por casa, sin hacer maleta ni llevar nada para Noah. El vuelo fue corto, pero la angustia lo hizo parecer interminable.
Apenas aterricé, salí con tanta prisa que la gente a mi alrededor notó mi urgencia y se hizo a un lado para dejarme avanzar. Tomé un taxi directo a la clínica, que por suerte estaba a solo quince minutos. Me dirigí a emergencias, donde me informaron que Firenze ya se encontraba en el área de maternidad.
—Tome el ascensor B y diríjase hasta el final del pasillo. Ahí le informarán en qué habitación se encuentra la paciente.
El pasillo del hospital se alargaba como si el tiempo se ralentizara con cada paso. Caminé con el corazón latiéndome en la garganta hasta llegar a la habitación. Firenze estaba conectada a toda clase de aparatos de monitoreo. En solo unas semanas, su vientre había crecido demasiado. Nuestro hijo estaba listo para nacer.
—Llegó justo a tiempo, señor. Esta